Hoy he “prestado” en la Biblioteca Rialto,11 por segunda vez. Lo he regalado dos veces también. Puede que se convierta en mi particular “Ken Follet” (nada que ver).
Autoficción, autobiografía lectora, falsa biografía o vida novelada. Qué más da. A este libro le sobran las etiquetas. Y a este lector le faltan los adjetivos para calificarlo. Divertido, incisivo, tierno, optimista, ácido, lúcido, esdrújulo… No conozco personalmente -ni virtualmente siquiera- a Belén Rubiano. Escuché por azar en la radio la génesis de esta novela. Escuché a la escritora con su “voz de radio” y me fui de cabeza a mi librería de cabecera para comprar esta “falsa novela”. La leí como el que toma vermout o vinos o cañas con amigos. La leí como si fuera una larga sobremesa apoyado en la barra de un bar o una tarde perezosa husmeando en los pasillos de una biblioteca, o de una librería.
Rialto, 11 es la historia de una librería. Y de su librera. Una historia contada a brochazos a veces y con tiralíneas otras. Una historia detenida en el detalle y atenta al dibujo final de una vida dedicada (entregada, atravesada, atrapada, enganchada) a los libros. Belén Rubiano abrió hace unos años una librería en Sevilla, en la plaza que todos llaman Rialto (aunque no se llamé así, así la conocen los vecinos), en el número 11. Y también tuvo que cerrarla -como tantas otras aventuras bibliófilas de las últimas décadas cercada por la realidad y los números, por las ventas selectivas que dan mucha satisfacción pero poca rentabilidad.
Rialto, 11 es una historia de amor. O de amistad profunda y duradera. Una amistad elegida, provocada, inevitable y voraz. Una amistad que une a su autora con las lecturas que la hicieron lectora primero, librera más tarde, crítica luego y escritora al fin. Una amistad honesta y real. De las que se dicen las verdades a la cara y se callan las ofensas para protegerse.
Lectores habituales, escritores, periodistas, comerciales, editores, rateros de libros, adolescentes, universitarios, profesores, hidalgos andaluces y señoras y criadas… Lectores casuales, eventuales, espúreos. Lectores afines, aliados, diversos. La librería de Belén se convirtió en su refugio, en su fortaleza. Y también en su balcón, en su ventana asomada a la vida propia y a las ajenas. Su pizarra en la puerta, una cita cada día… la primera red social de una librería en este país. Sus opiniones sobre libros, su particular relación con ellos, su juicio certero y sin escondites… construyen un relato, una voz, que se va haciendo familiar, necesaria, cotidiana. Al pasar de las páginas uno siente que, en parte, ha visitado Rialto, 11, ha paseado los ojos por sus estanterías hechas a medida, ha deslizado los dedos por las novedades y ha descubierto en el orden imperfecto los secretos que la librera esconde a la vista de todos.
Rialto,11 no solo es un libro que lleva a otros libros -que también-. Rialto, 11 es un libro que acerca a los amantes de los libros, que crea comunidad, que comparte confidencia, que revela incertidumbre y que alimenta las anécdotas que construyen la amistad con los libros.
No sabría hacer una reseña al uso de este libro. Más bien me sale hacerme eco, convertirlo en rumor, en cotilleo, en historia compartida. Me sale acercarme periódicamente a cualquier librería de esas que se defienden aún y comprarlo de nuevo. Y regalarlo. Y prestarlo. Ampliar el círculo y la tertulia.
Mi compañera de trabajos bibliotecarios -la segunda persona a la que le recomendé el libro- me escribió un mensaje en instagram: “Yo quiero tener una amiga como Belén Rubiano”. Pues eso. Y yo me puse a “seguirla” por instagram (a la autora no a mi amiga) por si le da por abrir de nuevo una librería.
¡Jajaja! Yo también corrí a seguirla en instagram, a falta de otro lugar.
Me gustaMe gusta