Aunque en este blog se habla de literatura y especialmente de literatura juvenil… me permitiré hace una (no tan) excepción para reseñar esta vez un PROGRAMA DE TELEVISIÓN. Sí, en esta entrada hablaré de tele, pero también de libros y de palabras… Una recomendación… sin condiciones. Un programa para los que aman la lectura (y para los que la amarán).
Somos voraces. Lectores voraces. Con esta declaración-confesión-proclamación (casi) cierra el responsable de un club de lectura de Getafe el primer programa de la nueva temporada de “Un país para leerlo” conducido ahora por la poeta Raquel Lanseros.
Un programa, una experiencia, un viaje. Un ratito de calma y llanura en medio de los riscos y las aristas de la actualidad rabiosa y malencarada. Un espacio dedicado a la lectura pero sobre todo dedicado a la palabra.
Un lugar que da voz a ciudadanos anónimos, libreras, bibliotecarias, novelistas y poetas… ¡Qué gozo dejar que nos lean! ¡Qué arrojo recitar poesía en televisión! ¡Qué inesperado placer encontrar un lugar donde la tribu de los lectores se reconoce, se sonríe y se alimenta!
En esta nueva temporada permanece el hálito, el aliento poético de un formato que ha elegido por segunda vez a una poeta (el primer conductor fue Mario Obrero) para despertar curiosidad, abrir ventanas, descerrajar puertas…
Es sorprendente el ritmo, la sonoridad, la fluidez con la que los realizadores del programa hacen que en él quepa (casi) todo: conversaciones, recomendaciones, reflexiones, análisis… y palabras… muchas palabras.
Me quedo con eso. La palabra densa, honda, el comentario certero. Conversaciones auténticas más que entrevistas al uso. Dejar hablar al novelista, al poeta, provocando reflexión y demorándose dulcemente en las ideas, en las palabras. Escuchar hablar de besos y versos. Sin miedo a las palabras “riográficas”. La palabra y los puentes que tienden como protagonistas de la cultura y del entretenimiento. Enhorabuena Mario, enhorabuena Raquel. Gracias RTVE por creer (y crear) en la palabra.
