¡Cómo me ha recordado a mis lecturas de niño y adolescente en Barco de Vapor… Vania el forzudo,Terror en Winnipeg… Aventuras en lugares lejanos con personajes que, sin embargo, hacía míos en apenas unas páginas.
¡Qué falta hace esta literatura infantil de altos vuelos! Qué necesarios el humor, la ironía, el misterio, la hondura, la ternura…
Un samurái y una niña caminan juntos atravesando poblados y parajes por el Japón imperial. El samurái, sobrio y adusto, alberga una misión y protege entre sus manos o en los pliegues de su kimono una mariposa azul del Monte Fuji. La niña, impertinente y audaz, salpica con sus preguntas el camino y pone a prueba la paciencia y la templanza del veterano samurái. Una pareja inesperada que cabalga a lomos de un viejo caballo ciego. El samurái recita los nombres de sus enemigos. La niña va poco a poco educando al guerrero con su mirada desprejuiciada y lúcida.
Una aventura que atraviesa montañas y cuevas oscuras, que narra batallas con lanzas, espadas y palabras, que despierta a los espíritus y amenaza a los hombres más poderosos con la verdad.
La lectura de esta novela nos traslada al territorio de la infancia: a las aventuras, a la mirada desprejuiciada del niño, al miedo y las dudas, al humor y la risa. No hay cálculo ninguno en el relato, no hay estrategia. Se trata de una narración libérrima que nos devuelve -como a sus protagonistas- al punto de partida, al origen. Y en el origen, en el comienzo: la magia, la fantasía, la imaginación que no conoce límites y que da sentido a las historias que nos cuentan, que nos contamos.
Una novela clásica y rompedora al mismo tiempo. Una novela exigente. Inteligente. Un regalo para los lectores más jóvenes.