Pepe Trivez

«El paracaidista» de Ana Campoy

In Estoy leyendo... on diciembre 7, 2024 at 7:09 pm

Hay cosas que llegan así, como caídas del cielo. Como las sorpresas, como los regalos, como algunas palabras necesarias, como un… paracaidista. Hay cosas que llegan así, caídas del cielo como esta novela, caída en medio de un feroz y efímero mercado editorial que, a veces, parece un erial. Sin seguir ninguna moda aunque puedan encontrarse en ella conexiones, influencias, coincidencias, complicidades.

La sororidad, el dolor, la pérdida, la salud mental (en un tiempo en el que aún no tenía ese nombre), la venganza, el descubrimiento (y la necesidad) del amor, la desesperación, la muerte…

Todos los temas atraviesan esta novela porque todos los temas son hilos que tejen una historia compleja y profunda y terriblemente hermosa.

La Tuerta, Chico, la niña muda, la Molienda, los Cascas, el paracaidista… Personajes sin nombre que ponen en pie una historia en los peores tiempos… En la más amarga posguerra. En los tiempos del silencio y la vergüenza. En un lugar rodeado de olivos e injusticia… aparece el relato de un puñado de personajes que levantan la voz con sus actos más que con sus palabras.

No hay sinopsis que le haga justicia. Cada frase está engarzada en el hilo argumental como pequeñas joyas escogidas formando un collar mágico y delicado. Cada vez que entras en esta novela, entras en un universo completo y complejo, un no-lugar que te envuelve, a veces te asfixia, a veces te esconde y siempre te atrapa. Macondo, Komala, Vetusta, Región, Belfondo… La desolación de un espacio atrapado en el tiempo, detenido tras la catástrofe.

Las voces calladas de las mujeres de esta novela contienen los ecos de otras mujeres silenciadas que brotan (más o menos explícitamente) en las palabras, las frases, los párrafos. La novela suena a Gaite, a Matute, a Jenn Díaz, Rododera… Recuerda también a García Márquez, a cuando “las cosas eran tan nuevas que para nombrarlas había que señalarlas con el dedo” . Y al Lorca de Bernarda Alba. A un Lorca despojado de romanticismo y metáforas de luna. Al Lorca de la opresión, la sangre, la (in)justicia, el (no) perdón cuando La Molienda y el Chico “… Salen del círculo de las venganzas. Desvían el camino para llegarse bien lejos…”

Y es que esta novela está hecha de silencios y palabras. El lenguaje mudo de las llamas de una chimenea… “Sin una palabra. Que es el lenguaje de esa casa”. Poesía quirúrgica. Prosa cuidada, precisa, certera. Poesía del cuidado y prosa de los cuidados. Solo cuando el lenguaje es un filo, una explosión, una caricia, un golpe seco… nos transforma, nos hiere, nos atraviesa, nos destroza y nos construye.

Hay párrafos que se leen con el aliento contenido, sin respirar apenas, aguantando el aliento bajo el agua, compartiendo el dolor de los personajes. Un dolor que “no entiende de amenazas ni de prudencia”. El dolor de aquellos que quedaron perdidos en los pliegues, los silencios de la historia, aquellos que quedaron fuera de lugar porque “cuando no se sabe hacia dónde ir, no se puede regresar a ningún sitio”.
La primera novela “adulta” (qué apellido tan extraño) de Ana Campoy es en suma una tragedia griega abocada a la muerte, la sangre, la venganza ,el dolor… Pero tejida con la ternura, el respeto, la unción y el cuidado de quien hace de la memoria un tapiz de justicia y dignidad.

Porque la autora y los personajes van desvelando (dejando caer el velo de seda de un paracaídas transmutado en vestido), como se desenreda una madeja llena de nudos, con lentitud y precisión… iluminando con el fuego del hogar el pasado, desenterrando con las manos el silencio… Así es como las mujeres se dedican a “… hilar la retahíla (…) que hay mucha hebra aquella tarde” y la Tuerta “… enhebra su recuerdo. Tira del hilo, pero pierde la madeja”. Y después (como la autora) cose su destino, su desgracia y las heridas ajenas.

Una edición cuidada, un libro pequeño y compacto que se esconde entre las manos de cualquier lector que se acerque con la mirada atenta, los oídos hechos al silencio y el corazón abierto a la emoción y la vida que sigue fluyendo bajo el silencio, el dolor y el olvido.

Una inmensa novela breve.

PD: Lo único que espero es que Ana siga escribiendo para niños y jóvenes. Haciendo de sus novelas puente y ventana para los lectores más pequeños. Y mucho más.

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