El domingo salimos por última vez a los balcones a aplaudir. Marcos, Asun y yo. Los tres. Durante 50 días hemos detenido las tareas, los juegos, las series, el trabajo, la lectura… cada día a las 19:58 para salir y homenajear a los que tanto tanto han dado en estos tiempos difíciles. Arancha, mi cuñada, ha sido un ángel en la UCI para muchos cuando todos nos sentíamos encogidos por el miedo. Y por eso, cada día, sin falta, aplaudíamos en silencio.
Y ahora que todos nos “des-confinamos”, que andamos de “des-escalada”, que poco a poco nos disolvemos de nuevo en el interior de nuestras casas… quiero hacer un voto solemne, una promesa a mí mismo, un propósito, una declaración de intenciones, un contrato vinculante: Yo, seguiré aplaudiendo.
Seguiré aplaudiendo a los sanitarios que lo han dado todo, sin esconderse, sin reblar, sin ponerse de perfil. Seguiré aplaudiendo a los que, conscientes del peligro más que nadie probablemente, se enfrentaban largas jornadas sin condiciones al desconcierto, al miedo, a la improvisación. A los que han contenido esta pandemia y a los que siguen haciéndole frente, en silencio, sin hacer ruido.
Seguiré aplaudiendo a todos los que han sacado lo mejor de sí mismos en momentos duros, ásperos. A los que en lugar de encerrarse en su cómoda intimidad han salido a los balcones, a las redes, a la “plaza pública”… para compartir su arte, su música, sus recursos, su esperanza.
Seguiré aplaudiendo a los que han sido capaces de aplazar la crítica y han arrimado el hombro. A los que aun sabiendo que no todo es perfecto han hecho “lo mejor posible” en cada gesto, incluso en el más sencillo. A los que se quedaron en casa. Y a los que no lo hicieron para atender a los demás, para cuidar, para proteger.
Seguiré aplaudiendo a los que han afrontado el reto, día a día. A los políticos honestos que han procurado adoptar las medidas necesarias. A los funcionarios, técnicos, científicos que han puesto su saber (y su ignorancia) al servicio del bien común, exponiéndose a la crítica, a veces salvaje e irracional, asumiendo responsabilidades.
Seguiré aplaudiendo a todos los que querido ver lo bueno, a todos los que han tratado de ver en el desastre una oportunidad, a los que siguen luchando (y lo seguirán haciendo) porque de la crisis salgamos más fuertes, más conscientes, más solidarios, más humanos, mejores. Sin que nadie quede atrás.
A partir del lunes, aunque no salga al balcón con mi familia, yo… seguiré aplaudiendo.