Pepe Trivez

La ESO y la LIJ

In REFLEXIÓN LIJ on noviembre 15, 2012 at 11:43 pm

¿Qué le pide un profe de ESO a la LIJ?

Puedo escribir los versos más tristes esta noche

Escribir por ejemplo: No espero NADA porque nada puedes darme

Puedo escribir los versos más hermosos

y decir: TODO me diste. Nada más espero

En medio de las paradojas y los versos la respuesta es simple y compleja (esto en sintaxis sería un disparate).

La literatura «juvenil» ha sufrido los vaivenes ideológicos -tan comunes en nuestro sistema educativo- igual que ha padecido alternativamente el desprecio y el exceso de expectativas por parte de los docentes.

Todos hemos oído alguna vez cómo el gusto por la lectura era el responsable del nivel de comprensión escrita, del razonamiento lógico y hasta del número de faltas de ortografía de nuestros alumnos.

Muchos hemos padecido -además- como porfes y/o alumnos la obligación de EVALUARLO TODO, la necesidad de sistematizar, medir, cuantifiarlo todo. Incluido el placer… El literario… claro.

Un 7,5 en el contenido actitudinal de valorar el lenguaje como medio de expresión privilegiado para la transmisión de conocimiento.

Un 3,7 en el objetivo transversal de valorar el papel de la mujer en el desarrollo de la sociedad moderna.

Un 4,3 en la competencia básica social y ciudadana por encontrar similitudes en la lectura con la situación actual.

Además el porfesor valorará la adquisición de nuevo vocabulario, la identificación de los elementos de la narración y de las funciones del lenguaje presentes en el texto…

Todo esto… ¿¡para LEER Mujercitas con aprovechamiento y sentido crítico!?

Pero ¿qué le pide un profesor de la ESO a la LIJ? o dicho de otro modo… ¿cómo selecionar lecturas para la famosa (triste y desafortunada palabra) «prescripción»?

(medio DECÁLOGO para elegir un buen libro juvenil)

  1. QUE SE DEJE LEER. Que sea asequible sin ser fácil, que sea atrayente sin ser tópico, que sea inteligible, que sepa a quién se dirige. Durante un tiempo se creyó que la literatura infantil y juvenil era algo así como una literatura «rebajada», aguada, recortada, simplificada. Lectores, autores, editores y algunos profesores… se indignarían hoy con esa afirmación. El lector juvenil es muy exigente porque no responde a convenciones sociales. Si no le gusta lo que lee, lo dejará (¡bendito derecho del lector!). Pero no se puede olvidar su contexto, ni sus intereses, ni sus anhelos, ni su naturaleza. El escritor que no escribe para el adolescente que aún lleva dentro… fracasará. Siempre puede intentarlo con la literatura de adultos…
  2. QUE PERMITA APRENDER (a leer). Un joven que lee no es menos lector pero sí es un lector menos experimentado. La LIJ debería ser como los coches de autoescuela. Los autores deberían pisar el freno o el acelerador -o el embrague si nos ponemos complejos- cuando el lector aún no sepa cómo hacerlo.Dar pistas, indicaciones, pero sin olvidar que el que  conduce es el lector. Incitar, animar, orientar…
  3. QUE SEA PUNTO DE PARTIDA no llegada. Es cierto que basta con un libro que abra la puerta del disfrute para haber cumplido la función propia de la literatura. Un libro se basta a sí mismo. Pero si es puerta mejor. Si es puente aún mejor. Lecturas que llevan a otras lecturas. Libros que hablan de libros. Libros que señalan en nuevas direcciones. Libros que hacen lectores. Libros generosos que descubren de dónde vienen e indican a dónde van.
  4. QUE ESTÉN BIEN ESCRITOS. Ya conté en otro lugar la anécdota PENNAC… Al menos que estén bien escritos. Los libros que ofrecemos a nuestros alumnos se convertirán en modelos de lengua para el futuro (modelos tanto más importantes cuanto mayor haya sido el impacto afectivo en ellos). Serán un referente. Un primer amor. Un mal primer amor conduce sin duda a cierta torpeza emocional. Un gran primer amor nos hace exigentes buscando siempre esa mirada, ese sentimiento, esas mariposas en el estómago.
  5. QUE TENGA VALORES. No se lo pediría a mi novela de playa, ni al best-seller del viaje en tren. No se lo exijo alos clásicos siquiera. Pero sí a los libros que ofrezco a mis alumnos. Baudelaire tiene su momento y su indiscutible lugar social. Pero reivindico desde la escuela el valor de lo bueno, lo bello, lo verdadero. También en la LIJ. Sin moralinas. Pero sin complejos.
  1. A veces se me olvida que hay gente que no viene con el amor por la lectura de serie, y por eso he tenido que reflexionar un poquito antes de escribirte el comentario.

    Hablando desde el desconocimiento que mi situación de alumna me proporciona, siempre he pensado que la figura del «profe de lengua» está un poco mal orientada. Asociamos la hora de lengua con largos y terribles ejercicios de sintaxis, memorización sistemática y aburrimiento asegurado. ¡Qué lástima! Creo (y es probable que me equivoque) que la hora de lengua debería estar más enfocada hacia la lectura, la escritura y la expresión, que a los ejercicios de sintaxis.

    Y creo que, en parte por esto y en parte por la sociedad en la que actualmente vivimos, la lectura es uno de los grandes terrores de mucha gente de mi edad. Personas que ni quieren ni se plantean abrir un libro y leerlo sin que nadie los obligue a ello.

    Algo importante a la hora de convertirte en un buen lector es encontrar el género que te atrae más. Evidentemente, no es lo mismo «enfrentarse» a La Metamorfosis de Kafka que hacerlo a Crepúsculo de Stephenie Meyer o a Relatos de un viejo indecente de Bukowski (por cierto, he tenido que leer este libro a escondidas. ¡Censura familiar!). Buscar qué tipo de libros te gusta leer y disfrutar con ellos, sin más.

    Una fantástica herramienta para llegar a esto es la lectura en clase. Normalmente no me entusiasman los libros que se eligen, pero evidentemente no aspiro a que el profe de turno se ajuste a mi criterio.

    Desde el año pasado llevo pensando que debería haber más profes de lengua como tú. Clónate. (Le estoy dando duro a la Biología este año. ¡Estarás contento…!)

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