50 cosas sobre mí. 50 fogonazos, 50 vídeos colgados en youtube, 50 piezas que encajan y muestran la vida de un joven diferente, como todos los demás, común y único. Care Santos (nos) cuenta a Alberto y su mundo. Le cede la voz y la palabra. Y la mirada, para explicar qué les pasa a los jóvenes, qué piensan, qué sienten. Y hacerlo con honestidad y sin trampas: el sexo, el alcohol, la violencia, los celos, la tristeza, el dolor… todo sin filtros de Instagram… La autora misma confiesa que dos artículos periodísticos estaban sobre su mesa mientras escribía la novela: “uno habla de una chica madrileña muerta por coma etílico a los doce años. En el otro se dice que los jóvenes españoles se inician en la bebida a una edad promedio de 13 años y que presentan cada vez más consumos de riesgo”. Suficiente para escribir sobre ello.
Una novela que hay que leer…
- Porque los personajes son de carne y hueso. Es decir están encarnados. Son reales, contradictorios, incoherentes, inconscientes e inocentes, crueles y peligrosos. Todo junto, todo revuelto.
- Porque la mirada de Alberto encierra toda la ansiedad, el miedo, la curiosidad y la necesidad de ser querido de un adolescente consciente de que lo es.
- Porque los ojos rasgados de Keiko hablan bajito de lo que no se dice, de lo que se siente, lo que se lleva dentro. En japonés: honne.
- Porque la actitud desafiante de Pedro, su agresividad, su violencia dicen a gritos que todos tenemos miedo, que todos somos frágiles aunque una botella de ginebra en la mano diga lo contrario.
- Porque la voz del narrador desaparece, se esconde, se retira disimuladamente y nos deja a solas con los adolescentes, sus temores, sus dudas, sus zozobras. En medio de la noche, mirando en la distancia a los jóvenes que ríen, vociferan, se empujan, tropiezan… caen.
Publicado en Heraldo Escolar el 7 de febrero de 2017