Mira Hamlet. Hamlet no contento. Mamá Hamlet mala. Papá Hamlet muerto.
La tragedia por excelencia reducida a lo esencial. Shakespeare despojado del verso (y la prosa). El drama expresado en una sucesión de oraciones nominales. Cuatro verbos (no es una frase hecha, son cuatro las formas verbales conjugadas en la excelente traducción de Carmen Montes). La soledad, el amor, la venganza, la locura, la maldad, el destino… todo eso cabe en 30 páginas de apenas 20 x 15 cm. Un álbum ilustrado de bolsillo. Literatura de guerrilla. Un asalto a las emociones y a los sentimientos más profundos del ser humano. Un asalto libérrimo e irreverente.
Como si fuera la voz de un niño que apenas ha aprehendido las palabras como objeto y vehículo, como si un pequeño de 2 o 3 años tratara de explicarnos con infinita paciencia el porqué de las reacciones humanas “tan de los mayores”… La voz del narrador nos arroja las palabras con resolución y desparpajo. La autora, Barbro Lingrend (galardonada al principio de su carrera con el Astrid Lindgren) nos ofrece y nos propone una lectura destilada y concentrada del relato shakesperiano: espadas, fantasmas, zumo envenenado…
Las ilustraciones de Anna Hoglund forman un encaje perfecto con el descarado relato de su compatriota Lingrend. Hamlet, un conejo con las orejas caídas, su eterno traje de príncipe -o su traje de príncipe eterno- y la pequeña corona amarilla brillante que acabará (como todas las coronas, como un símbolo, como una premonición) rodando por el suelo… Su padrastro, un ratón taimado y astuto que colabora con la familia de Ofelia “zorros” ambiciosos y sin escrúpulos… Como en una fábula moderna los animales encarnan valores más allá de las palabras o las acciones… Enmarcadas en fondo blanco las ilustraciones acompañan el texto como si fueran poco a poco componiendo un auca o las palabras fueran cartelas que acompañan pequeños cuadros en un museo…
Hamlet ahora loco (…) Ofelia loca también (…) zas.
No se puede decir más con menos. Este álbum representa todo lo que queremos decir cuando hablamos de una obra “sugerente”. Sugiere, invita, provoca, hace guiños traviesos, nos arranca sonrisas -incluso carcajadas- y alguna punzada de nostalgia, nos turba y nos perturba… Puede que alguien desconfíe de la propuesta. No es libro para cobardes ni se deja manipular fácilmente. Pero si se acerca uno sin prejuicios le dura en la boca horas, días… como el sabor del zumo de naranja.