Los libros ilustrados están de moda. No sé si por cierto esteticismo algo superficial que nos rodea (bienvenido sea entre tanta fealdad cutre y tanta televisión miserable) o porque realmente asistimos a un boom de la ilustración literaria.
Despedida de tristeza no es un cuento, no es un albúm, no es una mini novela gráfica. Despedida de tristeza es un poema en prosa lleno de imágenes sugerentes, escritas y dibujadas. Un delicado regalo para almas sensibles que disfrutan con un libro y una manta, café caliente y una ventana a la calle.
Despedida de tristeza es una larga dedicatoria apasionada y nostálgica. Una corta historia densa en inspiración.
- Porque conjuga la imagen y el texto de forma armónica, rítmica, coherente, cómplice. Como una danza. Como la combinación de letra y melodía en una buena canción. Porque el rojo cruzando el cielo sobre la chimenea ilumina las palabras depositadas sobre el texto como semillas de ternura. Porque los trazos son certeros como los adjetivos. Porque las palabras animan los dibujos.
- Porque es un relato simbólico y algo naïf. Una historia llena de dulzura que se desliza por páginas de espuma. Porque a los jóvenes les conquista la cadencia de los cuentos. Porque a los mayores nos atrapa la estructura del relato. Porque camina narrativamente despacio, como acunando la lectura. Como la música.
- Porque su ritmo poético esconde una honda nostalgia, una profunda reflexión acerca del tiempo y la tristeza. Porque un niño puede disfrutar de la música de sus palabras mientras un adulto las paladea y siente cierto regodeo en el regusto amargo de calles vacías y chimeneas mudas.
- Porque es un regalo para los sentidos y un bálsamo nada condescendiente para el corazón.