Un artículo prestado (robado). Más necesario que nunca.
Vivimos tiempos duros, muy duros para algunos. Crisis, empobrecimiento, recesión, recortes, son palabras que han pasado a formar parte de nuestro vocabulario y lo que es peor, se han convertido en el día a día de muchas familias. Y frente a esta realidad acuden desde mi memoria, sin yo buscarlas, pero rápidas y punzantes como verdades agazapadas deseando salir y ser pronunciadas, otras palabras oídas hace mucho tiempo.
“La pobreza es lo primero que hay que eliminar y lo primero que hay que salvar. Cierto, lo más urgente es eliminar la pobreza, que todo el mundo coma; lo más importante es salvar la pobreza, que todo el mundo viva. Es una paradoja: trabajar para que todos tengan su nivel justo y, a la vez, trabajar para que el mundo no se nos ponga gordo, satisfecho, opulento, almohadillado. Burgués, dirías tú. Triste, diría yo. Hay que dar al mundo un verdadero espíritu de pobreza”
Más de cuarenta años después de que Josep Mª Ballarín las escribiera por primera vez, revolotean hoy en mi cabeza junto a algunas preguntas: ¿Servirá esta situación para recuperar un verdadero espíritu de pobreza? ¿Nos ayudará a reflexionar sobre cómo vivimos y cómo queremos vivir? Son preguntas lanzadas al viento, pero el viento como el mar, es caprichoso y a veces trae a nuestra orilla cuando menos lo esperamos, mensajes en botella cuyos destinatarios somos nosotros aun sin serlo. En mi caso, el mensaje llegó a través de La Vanguardia y lo firmaba Norbert Bilbeny. Dice este catedrático de ética que en estos años se ha acentuado lo que nunca debió ser prioritario: egoísmo, consumismo, individualismo, corporativismo… haciendo que se diluya la idea del “bien común”. Y siento que ese es un camino: “aprovechar” la crisis para cambiar y dejar de poner el énfasis en tantos “ismos”. Y hacerlo no desde la resignación y el sufrimiento sino desde la alegría. La alegría de saber que ahí no está nuestro verdadero ser. La alegría de saber que lo esencial no nos lo pueden recortar. Esa misma alegría con la que San Francisco afirmaba que necesitaba poco y ese poco lo necesitaba muy poco.
Es momento de elegir qué valores queremos que dirijan nuestra vida y es ahí donde algunos valores que a veces hemos bajado al trastero como la solidaridad, la comunidad, deberían volver a ocupar su lugar prioritario no sólo en la oración de los fieles que hacemos cada domingo sino en la realidad cotidiana que vivimos cada lunes, martes, miércoles… Es una reflexión que no sólo nos afecta a nivel individual sino también a nivel social y educacional. Han sido años de pensamiento único: yo, mí, me, conmigo; años, de lo que Bilbeny llama “egonomía”. Es momento, siguiendo su propia expresión, de pasar de nuevo de la egonomía a la economía. Una economía que no tiene que ver sólo con beneficios, primas de riesgo y diferenciales. Una economía que haciendo honor a su etimología (oicos) hace referencia al hogar. En estos tiempos duros, muy duros para algunos, os invito a hacer hogar, a buscar el bien común allá donde estéis: en casa, en la empresa, en la escuela, en la política.
No olvidéis que sólo lo lograremos si dejamos de mirar únicamente nuestro propio interés y buscamos lo que sirve a todos, sobre todo a aquellos que están más indefensos sabiendo que, en esto, en cómo tratamos a los más débiles nos jugamos nos sólo el tipo de personas que somos sino el tipo de sociedad que formamos.
Asun Utande
Muy buen artículo, y muy buen blog, un saludo de un ex-alumno tuyo 😉
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