Segundas partes nunca fueron buenas… La de veces que habrá pensado Begoña Oro en esta frase mientras cocinaba esta versión extendida de Pomelo y limón, que es mucho más que una secuela, que no es una saga, que es OTRA COSA.
¿Es posible educar la sensibilidad, la ironía, la dulzura, el cariño, la ternura, la lucidez? No lo sé. Pero sí es posible disfrutarla, ofrecerla a nuestros hijos y alumnos. Un ejemplo: Croquetas y wasaps.
El adolescente despistado, el friki, la niña mona, la madre estresada y malabarista, el padre frío, el profe tradicional y el modernillo, el alumno inadaptado, la tímida, el bocazas… deberían leer esta novela…
- Porque la poesía sí puede ofrecerse a los jóvenes. Con poemas o sin ellos. Con versos y con prosas. Porque el lenguaje puede seducir sin ser elevado, puede conquistar sin ser coqueto y puede ahondar sin ser muy sesudo.
- Porque en esta novela «oímos» a los jóvenes, y a sus madres, y a sus abuelos. Porque sin imitarlos son de verdad.
- Porque habla de lo accesorio y de lo importante. Porque contiene la dosis justa de superficialidad y hondura. Porque invita a tirarse a la piscina y vivir. O no.
- Porque ofrece ventanas a otros libros. Porque invita a leer. Porque se deja leer. Porque es una novela que no se siente única y exclusiva sino parte de muchas, de todas.
- Porque es una mirada diferente. Porque en tiempo de crisis y desesperanza el amor sigue siendo el amor, la amistad amistad, la familia familia. Y se agradece recordarlo.
- Porque un libro capaz de disfrazar a su autora y de encerrarla en la cocina… siempre merece la pena.