La segunda (¿seguro?) novela de Begoña Oro, tan esperada como trabajada en el taller de su autora, no defrauda. Croquetas y wasaps es una novela de PROMESAS CUMPLIDAS. Si en su anterior novela Begoña prometía tratar el amor adolescente con respeto y humor… en ésta riza el rizo y envuelve el tópico (el amor juvenil inalcanzable), en misterio, relaciones familiares, confidencias, retruécanos y humor del bueno. Si la literatura de la Oro siempre promete honestidad y ternura a partes iguales… el cóctel en CyW es irresistible añadiendo unas gotitas de ironía, expresiones castizas, silencios y vacíos, angustia adolescente (a los 15 y a los 70) y golpes de efecto.
Y más promesas cumplidas: que se puede hacer literatura para jóvenes con calidad literaria. Son muchos los que la hacen, es cierto. Pero también muchos los que fracasan en el intento. Y que se puede presentar las emociones, las vivencias, los amores, los temores, la incertidumbre adolescente sin caer el lo cursi ni rebajarse a lo vulgar. Que no hace falta copiar artificialmente su vocabulario para «hablar su lenguaje». Que los «temas universales» lo son precisamente porque emocionan a todos por igual.
Croquetas y wasaps no es una segunda parte de Pomelo y limón. Aunque comparta su universo.
Croquetas y wasaps no es un álbum ilustrado. Aunque los dibujos acompañen y enriquezcan -de nuevo- una historia tejida con maestría y mucha paciencia.
Croquetas y wasaps no es una novela de misterio. Pero la intriga sigue siendo el motor que palpita en lo hondo de historias cotidianas, de escenas conocidas contadas como nuevas.
Porque hay dos cosas que destacan de esta novela: LA MIRADA y LAS MANOS.
La mirada de la autora que se cuela por todas las rendijas de las historia, por las emociones de sus protagonistas adolescentes y por las presencias discretas, presencia-testigo, de los adultos (bueno, algunos no tan testigos… pero es que al final los abuelos son adolescentes sin complejos…). Una mirada auténtica y original. Una adolescente de ida y vuelta (uno casi puede percibir a Begoña colándose a través del espejo como Alicia y saltando a un lado y al otro). Una mirada llena de ternura y confianza en los jóvenes, en los que leen y en los que no. Una mirada aguda, lúcida. Y honda.
El narrador de CyW no es omnisciente. Es mucho más. Omnisintiente. Antropología y geografía de los sentimientos. Me imagino a la Oro en su estudio con bata de científico loco, bisturí y microscopio en un ejercicio constante de disección de personajes y amigos. De emociones propias y ajenas.
La mirada de la Oro tiene mucho de oficio y una pizca de ingenuidad que refresca una historia contada a golpe de versos (los que abren los capítulos y los que se esconden entre líneas).
Las manos de la Oro son manos de artista. Podéis verlo en el booktrailer (imprescindible) de CyW. Manos de actriz de cine que se tira a la piscina con la manicura hecha, delantal y pintalabios. Pero sobre todo las manos de Begoña en esta novela son manos de ARTESANA. Uno casi puede ver las manos de la autora modelando el barro de los jóvenes que las jóvenes que desfilan por sus páginas. A uno le gustaría darle la vuelta al tapiz que ha tejido Begoña para encontrar los nudos, los trucos, la urdimbre que da forma a una novela compleja y sencilla a la vez. Croquetas y wasaps es una tapiz de passwork, una novela magnífica hecha de retazos de emociones, intuiciones, lágrimas adolescentes y sufrimientos adultos… Adornada con citas y poemas, con dibujos y una edición cuidada al extremo (se nota el pasado laboral de la autora y su respeto por la profesión y por el libro como objeto cultural), Croquetas y wasaps es una novela ideal para la mochila de cualquier adolescente, o para la cartera de cualquier madre asustada, o para el portafolio de padres muy serios o para la bolsa de plástico de cualquier jubilado. Disfrutadla.