Por correo, por wasap, por tuiter y, en algún caso (extraño) en el buzón de casa… aparecen decenas de felicitaciones, crismas, tarjetas… buenos deseos.
El tiempo se nos ha hecho intenso con un niño correteando por nuestra casa. Por eso me resultaría fácil enviar una postal a “todos mis contactos” y dar por felicitadas las fiestas…
Pero en este día de Nochebuena –para mí siempre ha sido el día mágico, el de la espera, el que recoge el tiempo y la nostalgia-, se me agolpan más los nombres que las palabras…
En esta noche de alegría entre niños, en esta noche de ternura y sonrisas se me llena el corazón de nombres y rostros que me acompañan. Mi felicitación este año será nombrarlos bajito, en un susurro, mientras brindamos, cantamos villancicos o reímos mirando al más pequeño como loco por los regalos de sus abuelos… Algunos vivirán horas tristes en estos días, con otros hace tiempo que no hablo, a muchos no los veo todo lo que quisiera. Todos forman parte de un corazón que en esta noche siento resquebrajado, herido, desgastado… y feliz.
Más que felicitar las fiestas este año quiero enviar un abrazo en palabras… Sé que no es posible. No hay tecnología (aún) que lo permita pero me gustaría que en esta noche una brisa suave y una palabra cálida brotara en el corazón de todos los que nombro en el mío. Que sintieran la misma llama que se enciende en medio de la ternura de una noche “buena”, de bondad, de cariño, de dulzura hecha cenas y palabras…