Hay cosas que llegan así, como caídas del cielo. Como las sorpresas, como los regalos, como algunas palabras necesarias, como un… paracaidista. Hay cosas que llegan así, caídas del cielo como esta novela, caída en medio de un feroz y efímero mercado editorial que, a veces, parece un erial. Sin seguir ninguna moda aunque puedan encontrarse en ella conexiones, influencias, coincidencias, complicidades.
La sororidad, el dolor, la pérdida, la salud mental (en un tiempo en el que aún no tenía ese nombre), la venganza, el descubrimiento (y la necesidad) del amor, la desesperación, la muerte…
Todos los temas atraviesan esta novela porque todos los temas son hilos que tejen una historia compleja y profunda y terriblemente hermosa.
La Tuerta, Chico, la niña muda, la Molienda, los Cascas, el paracaidista… Personajes sin nombre que ponen en pie una historia en los peores tiempos… En la más amarga posguerra. En los tiempos del silencio y la vergüenza. En un lugar rodeado de olivos e injusticia… aparece el relato de un puñado de personajes que levantan la voz con sus actos más que con sus palabras.
No hay sinopsis que le haga justicia. Cada frase está engarzada en el hilo argumental como pequeñas joyas escogidas formando un collar mágico y delicado. Cada vez que entras en esta novela, entras en un universo completo y complejo, un no-lugar que te envuelve, a veces te asfixia, a veces te esconde y siempre te atrapa. Macondo, Komala, Vetusta, Región, Belfondo… La desolación de un espacio atrapado en el tiempo, detenido tras la catástrofe.
Las voces calladas de las mujeres de esta novela contienen los ecos de otras mujeres silenciadas que brotan (más o menos explícitamente) en las palabras, las frases, los párrafos. La novela suena a Gaite, a Matute, a Jenn Díaz, Rododera… Recuerda también a García Márquez, a cuando “las cosas eran tan nuevas que para nombrarlas había que señalarlas con el dedo” . Y al Lorca de Bernarda Alba. A un Lorca despojado de romanticismo y metáforas de luna. Al Lorca de la opresión, la sangre, la (in)justicia, el (no) perdón cuando La Molienda y el Chico “… Salen del círculo de las venganzas. Desvían el camino para llegarse bien lejos…”


