Hace tiempo que quería escribir una reseña/recomendación de este libro. Un clásico. Uno de esos libros recuperados por la tradición por y para los niños. Recientemente conocimos la triste noticia del fallecimiento de su autor Maurice Sendak. Y algo antes pudimos ver una más que digna adaptación cinematográfica. Quiero decir… soy consciente de que este es uno de esos libros que NO PASAN DE MODA o (quizá es lo mismo) que ESTÁN DE MODA.
Mucho se ha hablado de su carácter oscuro, de sus múltiples lecturas, de su interpretación filosófica: los sueños, el deseo, la libertad, la sumisión… Una obra de referencia mil y una vez interpretada
Me echaba para atrás la punzante necesidad de tener ALGO NUEVO QUE DECIR, mejor, de tener, simplemente, ALGO QUE DECIR acerca de esta pequeña joya editada con sencillez y fidelidad a los deseos de autor.
Pero entonces tuve la oportunidad de presenciar en vivo y en directo como A. leía en voz alta a M. las páginas plagadas de monstruos y literatura y fue como iluminar zonas que desconocía, como dar a luz algunos valores del cuento que sólo a través de las palabras hechas besos y arrumacos tomaban forma, sentido.
Donde viven los monstruos es un libro para leer en voz alta. Un libro para disfrutar en compañía, con hijos, alumnos, pareja, amigos… Un libro desnudo en su sencillez que apenas necesita de la teatralidad de una lectura histriónica, exagerada. Las palabras acompañan las imágenes con una naturalidad propia solo de los niños y los lectores sin prejuicios. El bosque crece en la habitación de un niño como consecuencia lógica, inmediata, de su enfado con el mundo, de su aislamiento. Porque los niños también se sienten solos. Porque no hay lugar más solitario que una habitación infantil usada como cárcel y castigo. Y las lianas, y los lagos, y los mares y océanos surgen por las paredes, el suelo, bajo la cama… y se hacen «cuento».
Y El Niño que lee, El Niño que escucha, se siente protagonista y grita con el libro ¡QUIETOS! Y los monstruos del cuento se detienen hipnotizados por la mirada que no parpadea.
Y juegan, y ríen y celebran una fiesta y agotados… vuelven al inicio… Como en los mejores cuentos, como en la vida… El Niño acaba dormido en brazos de su madre/padre… con el cansancio de la aventura vivida (contada en este caso).
Una historia limpia, sencilla… llena de ternura y matices solo percibidos por unos ojos vivos en intensos: los ojos de un niño con todo por vivir, los ojos de un niño rebosante de travesuras para conocer el mundo. Una historia descargada del peso muerto de la moralina. Frente a los que han visto en esta historia oscuras intenciones y frustrantes relaciones de niños y adultos… yo me quedo con el juego, con la risa, con la mirada mágica que amansa los rugidos terribles, los dientes terribles, las miradas terribles.