Como dice Fernando Marías en un epílogo que, a su pesar, es inevitable leer: “Paco Roca ha hecho un libro a partir de los sentimientos generados por la muertes de su padre. ¿Puede haber dieciocho palabras que llamen con más seducción a leer La Casa? Yo creo que no”.
Yo también lo creo y aun así comparto mis razones…
- Porque la memoria es una cura contra el olvido pero también contra la vanidad. Porque somos hijos de nuestra historia, de nuestros padres, de sus sueños y sus frustraciones.
- Porque nos enseña a mirar con los ojos y con el corazón. A fijarnos en lo sencillo, en lo cercano, a hacer nuevos los objetos, a llenarlos de vida y dejarnos interrogar por ellos. Porque la vida está hecha de recuerdos y de pequeños detalles escritos en los anillos de un viejo árbol arrancado.
- Porque necesitamos mirar atrás con misericordia, con ternura, con admiración y respeto. Y entender el pasado (y sus protagonistas, nuestros padres), sus razones, su vida y extraer así la única lección que no se olvida: el amor que importa es aquel que se queda encerrado bajo la piel, más allá de los recuerdos.