En la biblioteca en la que trabajo cada mes proponemos un reto. Mi compañera E. se ocupa de recordarnos insistentemente que «debemos» recomendar un libro para el RETO LECTOR. Este mes tocaba… Un libro con una portada muy bonita. Un libro con una portada llamativa. Un libro con una portada que nos invite a entrar… en sus páginas.
No sé si he acertado. No sé si la última novela de David Foenkinos cumple al 100% este requisito. Pero sí sé que está llena de sensibilidad, que es sugerente, que es una puerta abierta, o una ventana, o un montón de cuadros a los que asomarse.
Un prestigioso profesor de la Escuela de Bellas Artes de Lyon se presenta al puesto de vigilante de sala en el Museo de Orsay. Ante la perplejidad de la jefa de recursos humanos, la preocupación de “los suyos” y su propia parálisis emocional… Antoine Duris re-descubrirá la fuerza de la belleza, su poder curativo, su capacidad para salvarnos de los fantasmas, del abismo, del miedo y del dolor.
Una novela que oculta un secreto, que alberga un misterio y que nos conduce a un desenlace no por esperado menos dramático. Una novela que bajo la forma de un folletín (o de comedia romántica como se dice ahora) amargo y oscuro nos enfrenta a preguntas definitivas, al valor que concedemos a la belleza, a la importancia de las casualidades, a la necesidad de aceptar el dolor y el malestar.
Un novela que nos ofrece una salida. Celebrar la belleza. Celebrar la vida.