Ayer asistí en el marco del Máster «Lectura, libros y lectores infantiles y juveniles» de UNIZAR a una conferencia/presentación/conversación con G. Patte. La experta bibliotecaria formada en París, Munich y Nueva Your fue presentada como la eterna nominada al premio Astrid Lindgren. «Si no es en 2016, será en 2017» Rosa Tabernero dixit.
Escuché la charla entre la admiración y la envidia de una mujer que ha hecho de la labor de llevar a los niños hasta la lectura (o al revés) su vida, su misión, su profesión y su sentido.
G. Patte ha hecho de lo pequeño el motor de la transformación del mundo; de su mundo más cercano, su pequeña biblioteca-maison de París, y del mundo más alejado, de los barrios de ciudades en Túnez, México, Colombia, Nicaragua…
La mujer del canasto. Carga con 10 o 15 libros una cesta que antes había servido para trasladar pan y brioches, se sienta al borde del camino y se pone a leer. Los niños acuden. Niños que no han pisado una biblioteca, ni una librería, niños intimidados por el sistema (y por la escuela). Se acercan, se sientan a su lado y escuchan. La mujer del canasto transforma el mundo con su voz. No tiene criterios para elegir lecturas, no tiene las claves para hacer que lean, no da lecciones ni recetas… solo nos recuerda el placer de escuchas y el placer de contar… Lo recuerda y lo hace nuevo.
La charla fue interesante. Las preguntas agudas, las respuestas honestas y sencillas.
Pero lo mejor fue que al terminar charlé con ella. Con una sonrisa tan franca y abierta que era una puerta de par en par… escuchó mi francés torpe y escolar. Le di las gracias. Por sus palabras, por su ejemplo, por sus proyectos y su fe en el ser humano y en el poder transformador de la literatura. Pero sobre todo le di las gracias por «contar», por seguir «contando», por contar historias y emocionar, conmocionar, transformar la vida de quienes escuchan.
Los grandes de la LIJ, Rodari, Chambers, Pennac… sobre todo son (han sido) grandes narradores. Se lo dije así.
«Cuando me pidieron escribir mi primer libro -contestó- el editor me pidió… no escribas teorías, ni grandes explicaciones… solo CUENTA lo que haces. Y eso hice».
Merci surtout pour raconter.
¡Qué bien hablas francés»! se despidió. Y el alumno que aún llevo dentro se sonrojó.