Una generación marcada por una gris guerra fratricida y por la aún más gris posguerra, hizo del cuento un lugar donde escupir la rabia, donde remontar los miedos, donde encontrar consuelo y esperanza. Ana Mª Matute nos regala en este cuento reeditado ahora con ilustraciones todo su aliento poético, toda la magia que poblarán sus obras posteriores, toda la hondura –también la amargura- que atraviesa sus palabras. Un cuento para leer a los hijos (o los alumnos). Un cuento para leer en silencio como adultos que han perdido la llave de los reinos de la magia. Un cuento que debe leerse…
- Porque en los cuentos se recoge la esencia de nuestros miedos y frustraciones. Porque el miedo a no encajar acompaña cada infancia, cada adolescencia, cada vida.
- Porque es bueno recordar que el mundo (de la fantasía) es de los “imperfectos”, los “inacabados”, los “rotos”, los “estropeados”… Y si no lo es… debería serlo.
- Porque todos hemos hablado alguna vez con nuestros muñecos y los hemos hecho confidentes, guardianes de los secretos que nadie más que nuestras lágrimas conocen. Porque todos hemos soñado con que los objetos de nuestra habitación, los de nuestra infancia, cobraban vida y nos contaban aquello que solo ellos saben, lo que pasa a espaldas de la vida oficial.
- Porque necesitamos la magia. Porque todos deberíamos caer de vez en cuando en un sueño lleno de brumas y de imposibles. Para recuperar las ganas. Para recuperar la esperanza. Para perder el norte. Y ganar la luz.
- Porque todos andamos por la vida incompletos, con un zapato (o una emoción, o un sueño, o una meta, o una esperanza) de menos… Y encontrarnos con Gabriela, con su rebeldía, con sus lágrimas, con sus deseo de “ser aceptada”… nos reconcilia con aquello que perdimos.
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