David Grossman es israelí. Comenzó presentando un famoso programa infantil y escribiendo para niños. Su libro “Duelo» anticipó el suceso más difícil de su vida. Un hijo suyo murió en el ejército. Grossman hizo de su dolor, literatura. A los tres días de la muerte de su hijo escribió: «Nuestra vida no se ha terminado. Sólo hemos sufrido un golpe muy duro. Sacaremos la fuerza para soportarlo de nosotros mismos, del hecho de estar juntos”. De eso habla “El abrazo”.
Del miedo, el dolor, la angustia de estar solos. Y del consuelo, la ternura, el bálsamo de un abrazo. Un niño, Ben, una madre, una perra llamada Maravilla y un grupo de hormigas que atraviesan el cuento. El hecho de ser único, especial. El vértigo de estar solos, de no encontrar a nadie “como nosotros”… y la voz de una madre que tranquiliza y nos dice : «¡Ven, siéntate a mi lado!»
Un cuento que hay que leer (y mirar, y paladear)…
- Porque hay que escuchar la voz del niño que se siente solo. Porque el miedo se esconde tras el silencio y hay que romperlo. Porque es un diálogo tan dulce que nos hace sonreír por dentro.
- Porque los dibujos de Michal Rovner, apenas unos trazos para dar forma a la historia, son como pequeñas sombras que nos cuentan cómo somos, cómo nos sentimos, cómo nos desconcierta la pregunta de un niño, su miedo, su tristeza.
- Porque en esta historia descubriremos juntos (niños y adultos) el valor de ser uno mismo, de ser, único y distinto. Porque “…sólo hay una Maravilla como ésta en el mundo entero…” y eso nos hace amables, imprescindibles.
- Porque “todos estamos un poco solos, pero también juntos. Estamos solos y juntos a la vez”. Porque necesitamos hablar de ello, porque es una historia tan necesaria como un paseo por el bosque, acariciar a una mascota o sentir el calor de un abrazo. Porque para eso, precisamente para eso se inventó… EL ABRAZO.