
Hay libros para acompañarte, libros para aliviar el calor, libros para llenarse de arena y libros cuyas páginas se arrugan entre los dedos de tanto manosearlas…
También hay libros que, de una manera u otra, te cambian la vida.
Desde la primera página. Desde la escena inicial. Desde los títulos de crédito iniciales uno sabe que está ante una gran novela. 60 secuencias, 60 escenas, 60 cuadros, 60 retazos de memoria (reciente, lejana, cuasiinventada…). El “oficio” de Lea Vélez, su capacidad de contar, su visión cinematográfica imprime un ritmo fluido y natural a la novela… Más que eso. La “música” de la novela es una melodía dulce, una canción familiar, un tarareo. Y nos envuelve y nos arrastra y nos seduce. Sin estridencias. Sin trucos. Con la verdad desnuda de las canciones unplugged.
El jardín de la memoria recoge en un puñado de páginas el dolor, la incertidumbre, la esperanza, el AMOR. El jardín de la memoria es una historia de AMOR. Escondida en el tono fresco -casi frívolo- de una mujer que se contempla sin autocompasión, con ternura y sentido del humor. Oculta en la curiosidad y la fascinación que ofrece la historia de un fotógrafo en medio de la barbarie de los campos de exterminio nazis. Camuflada en las pesquisas para esclarecer un secreto familiar… Aparece una historia de AMOR. Luminosa y esencial. Una historia contada a la orilla de una cama abatible, junto a un lecho de muerte. Una historia fraguada en el respeto, en la admiración mutua y, sobre todo, en la risa.
En El jardín de la memoria, Lea Vélez -como ella misma ha confesado- no sólo ha “encontrado su propia voz”. Ha levantado una pequeña gran obra maestra con los cimientos de la verdad y la necesidad de verbalizar, de conservar, de retener los recuerdos, las miradas y la esencia de la vida. Ha destilado los miedos y el pudor para mostrarnos la VIDA en su esplendor. Paradójicamente junto a la muerte.
Literatura comercial. Literatura de inmensas minorías. Sin buscarlo (sin que el gran público se haya enterado aún, quizá) Lea Vélez ha dado a luz un best seller. 60 instantes. 60 secuencias. 60 palabras. Un tuit. Leyendo esta novela uno entiende la certera y contundente presencia de Lea en la red. (¡Bendita red que nos permite descubrir novelas como ésta -gracias @Asunta_Utande-!)
Conmocionado, impresionado, impactado, conmovido… Tantas veces se usan las palabras que pierden su fuerza, su valor, su intensidad.
Original, impactante, transgresora, IM-PRES-CIN-DI-BLE… Tantas veces se escupen o se esculpen las palabras que acaban por sonar a ecos y fuegos artificiales.
Por eso es tan difícil hablar de El jardín de la memoria. Porque sobreviene la tentación del silencio. Porque se impone una suerte de respeto por la palabra dicha, escrita, De tan definitiva, temblorosa, frágil.
¡OJO! SPOILER……
Así que mejor que mis palabras… las suyas: “cada minuto cuenta. una hora es importante” “Por suerte, los escritores, sí que podemos atrapar los sentimientos. Incluso el aire.»