
El jardín del memoria tiene algo de la mirada conmovida de Soldados de Salamina, tiene mucho de la necesidad de contar de La escritura o la vida y comparte la radical necesidad de vivir ante la muerte… de El hombre en busca de sentido.
Pero El jardín de la memoria no es una novela que leer por el valor de sus referencias literarias… Uno no debe perderse un libro como éste…
- Porque nos hace falta VERDAD. Nos hace falta dejar el pudor a un lado y escuchar -o leer- la verdad desnuda. La que anda en zapatillas de andar por casa. La que habla de lo cotidiano. La que sabe que en lo cotidiano se encierra lo inefable. La que prepara la muerte. La que comparte el AMOR.
- Porque necesitamos que nos recuerden que la vida solo sucede una vez. Esta vida. Que por eso “cada minuto cuenta. Una hora es importante”. Porque necesitamos respirar cada angustia, cada contratiempo, cada mazazo que la vida se empeña a asestarnos. Porque necesitamos apurar las emociones sin regodearnos en ellas.
- Porque nos da ganas de reír, de sentir, de amar, de vivir intensamente. Porque nos provoca una especie de tristeza feliz, de nostalgia sin autocompasión, de memoria presente. Porque necesitamos sentir sin sucedáneos.
- Porque es una novela tejida con el material de los sueños y la vida. Porque todo es verdad. Lo recreado tanto como lo literal. Porque a cada página nos damos cuenta de que la(s) historia(s) que se cuenta es también nuestra historia.
- Y porque además… está bien escrita. Porque el pulso narrativo es la vida misma. Porque la voz de Lea es auténtica. Porque el relato fluye y envuelve. Porque las palabras son las justas. Porque no se pierde en retórica pero no renuncia a la poesía. Porque la vida ha construido LITERATURA con mayúsculas.