Claudia pasea con su perro por la doble página de un álbum ilustrado. La correa roja sirve de conexión entre ambas páginas… de repente el perro desaparece… ¡el libro se ha comido al perro! Claudia no se asusta, busca ayuda. Su amigo Ben también desaparece, y una ambulancia, y los bomberos y la policía. Incluso la misma Claudia. Una carta misteriosa aparece. El lector, el niño, la niña ya no es solo alguien “que pasaba por ahí”. Si quieres recuperar a los personajes… tendrás que hacer algo.
Este libro es un álbum tierno, alocado e inocente. Es un libro con vida propia. Un libro exigente: ¡Ayuda por favor! Se busca amigo lector para darle una lección a este álbum tan glotón…
Un libro que para dejar en manos de los más pequeños….
- Porque los cuentos, los de verdad, los que nos tienen con la boca abierta de principio a fin, empiezan siempre cuando sucede “algo rarísimo”. Cuando la magia de la imagen y la palabra inventan mundos, crean personajes -o los hacen desaparecer-, nos llevan de paseo y nos embarcan en aventuras que saltan de las páginas de un libro.
- Porque una historia ha de tener misterio pero también ternura, aventuras, peligros, abismos y amigos fieles -como Ben- dispuestos a caer en el agujero negro entre las costuras de un libro.
- Porque es un libro y es un juego. No solo un libro-juego. Es un libro tragón, travieso, rebelde… Un libro que engulle a los personajes y nos reta a buscarlos, ¿a crearlos? por nosotros mismos: Gira el álbum, sacúdelo, más fuerte, más, MÁS. ¡Y OTRA VEZ, por si acaso!
- Porque es un libro para leer y re-leer. Sobre todo para re-leer. Un libro para darle la vuelta (a los dibujos y tal vez al cuento). Un libro para pasar las páginas una y otra vez, para rasgarlas, para acariciarlas, para empujarlas. Un libro para “perderle” el respeto a los libros. Un libro al que hay que mantener vigilado. Un libro peligroso.
Publicado en Heraldo de Aragón el 21/02/2018