Los cuadernos hexágono son una experiencia intelectual fuera de lo común. Son ensayos, son reflexiones teóricas de gran calado, son experiencias maceradas y contrastadas, son el resultado de la labor profesional de un grupo de expertos (llenos de experiencia) en literatura juvenil. Pero además son cuadernos, apuntes, debate, preguntas… Huyen de las certezas pero se “mojan”, toman partido, defienden con pasión y fundamento sus postura y las ofrecen al juicio del lector. Los cuadernos hexágono (de los que ya han aparecido 7) son cuadernos de campo, diarios, cuadernos de viaje, libreta de notas, agendas… El autor y el grupo investigador que lo respalda (y contrasta, y completa) anotan a mano sus reflexiones, añaden subrayados, garabatos, flechas, alertas… invitando al lector a participar también en la reflexión y el debate.
El autor de este ensayo (el número 7) es y ha sido: librero, editor, autor LIJ, responsable de marketing, animador, promotor de lectura… En lo que se vislumbra en el prólogo, en la solvente formación teórica con que arma su discurso, en el reflejo que los “jóvenes” integrantes de uno de los clubes de lectura que fundó y animó nos devuelven… se dibuja la figura del MEDIADOR, así con mayúsculas. “Sobre la red de estas rutas de vuelo publicaba trabajos de investigación en diversas revistas especializadas (CLIJ, Barataria); daba clases en el máster LIJ de la UAB y construía el proyecto Pez Linterna, una revista de promoción e investigación de la cultura y la literatura para niños y jóvenes, donde los CLUBES DE LECTURA tienen un papel central”. El carisma, la visión y la misión de Freddy dan fruto en las páginas de este cuaderno.
El título es sugerente y atrevido. Fuera del tópico y la simplificación. El vacío ¿qué vacío? ¿nostalgia de qué? ¿saudade, morriña? ¿la infancia perdida? ¿la madurez inalcanzable?… La nostalgia del vacío nos lleva a una visión de la lectura como espacio de pertenencia de los jóvenes. La conquista de la lectura por parte de los adolescentes nos cuestiona y nos empuja a tomar en consideración la relación que estos establecen con los libros, con la ficción. A respetarla y a acompañarla. A ensanchar su horizonte y ofrecer lecturas que les ayuden a conformar su identidad.
Dedicado a los jóvenes que leen, ven, oyen, sienten, dudan, conversan, comparten y confían sus lecturas y ficciones. ¿A quién va dirigido? A los jóvenes que leen. A los mediadores. A los profesores y maestros. A los bibliotecarios.
El mayor acierto, su genuina originalidad: Apoyar la observación teórica… con la experiencia, con la lectura compartida con los jóvenes, con el diálogo, la escucha, la mirada abierta y desprejuiciada.
Es clave en el estudio la figura de: “El lector joven” definido (siguiendo a Ana María Margallo) como “lector de tránsito”. Del best-seller a la literatura adulta atravesando el “young adult” y transitando entre la apropiación y el extrañamiento.
La selección del libros, series, películas sobre la que se apoya la reflexión y las conclusiones (que no concluyen sino que invitan) de este libro aparece con un extraño y poco habitual equilibrio entre la literatura clásica y los intereses de los jóvenes: “La muestra de libros que se ha usado para esta investigación, más allá de algunos títulos de la literatura clásica, es arbitriaria y no se ciñe a un modelo canónico” Se agradece… De Harry Potter a Merlí, de Lost al Viaje de Chihiro.
Porque como decía, en este cuaderno no se ofrecen conclusiones y mucho menos recetas. En palabras del autor: “…en la adolescencia no hay certezas, sino la cruda realidad”. Igual que en este ensayo LA REALIDAD entretejida o explicada a través de la reflexión. La teoría que nace de la práctica y la ordena y le da sentido.
El segundo gran acierto (a mi modesto entender): Un ensayo desde la convicción y la militancia.
La literatura juvenil es una realidad más allá de las estrategias de márquetin y de la divagaciones (interesadas a veces) de teóricos y mundo eidtorial: “La literatura juvenil existe en cuanto a forma, va más allá de las intenciones comerciales; el libro crece en reto junto al lector. Su narrativa, la complejidad de sus estructuras, las voces, incluso su traducción, se van haciendo cada vez más retadoras…” Y por eso merece la pena estudiarla, pensarla, observarla, analizarla sin eludir siquiera las polémicas como el “didactismo” en la LIJ: “No espero ni quiero que el libro sea un espacio de formación, pero sí un espacio para el cuestionamiento…” Y como puede verse, sin dar soluciones ni respuestas fáciles.
Y el mediador, ¿qué lugar ocupa el mediador en todo esto? Junto con la observación, el respeto al lector y al libro, el interés legítimo en promocionar la lectura es necesario establecer una figura del mediador formado teóricamente, con un amplio conocimiento del “canon” juvenil y con la capacidad de “… hacer del libro un formato igualmente democrático, sin prejuicios, para la construcción de la identidad adolescente…”
Es tan importante, tan certera, tan lúcida la reflexión acerca del mediador que reproduzco aquí algunas de sus ideas más importantes. Sin anotaciones. O con ellas. Como en un cuaderno.
Esta labor del mediador incluye tanto la reflexión sobre el mercado: “Las nuevas tendencias tienen una pronta fecha de caducidad. Sin ir más lejos, el mercado editorial se ha visto envuelto en esta necesidad de suplir con modas sus modelos más recientes para no perder vigencia entre los lectores…” Como la reflexión sobre los clásicos que son los que construyen nuestra identidad y nos ponen en relación con el otro: “…En la actualidad es muy difícil entender, para los jóvenes y adultos, que la identidad muta pero no prescribe, por más que el mundo se ponga del derecho o del revés.”
El papel del mediador de lectura es necesario y debe abrirse a todas las realidades que afectan a los jóvenes y su forma de apropiarse de la lectura.
“El rol del mediador de lectura, hoy más que nunca, cumple una función vital: comparar su sentimiento de nostalgia con el de ellos. Dialogar y encontrar, en ese extrañamiento, la posibilidad de un encuentro crítico con la ficción (…) El promotor de lectura desde espacios como bibliotecas, escuelas, editoriales y librerías, no debe renegar de estas nuevas formas de lectura. Si trabaja con adolescentes, debe estar al tanto, de un real interés, a los avances de estas comunidades, las novedades y el rol de los “influencers”. Es cada vez más difícil e inabarcable su estudio, expuestos ante una gran cantidad de producción de novedades editoriales cada año. Pero es acá donde el afecto hacia el otro, el reconocerse dentro del grupo, juega un rol fundamental: toca descifrar a los jóvenes lectores, entenderlos e invitarlos a una discusión fuera de esta comunidad. Recomendarle según sus gustos, pero también darle la oportunidad de una pluralidad, presentarles ficciones nuevas y clásicos. Darles a entender que no están solos en el vacío, en la nada, que el mundo de la ficción puede ir construyéndose de la mano con el otro, independientemente de su edad.”
Un libro que es un punto de partida, una piedra arrojada al lago tranquilo del debate educativo acerca de la lectura y los jóvenes. Un libro que se quita la venda de los ojos. Que no mira con las gafas del mercado ni con las del elitismo cultural con el que hemos “medido” y mirado a los jóvenes tantas veces.
Un libro lleno de ideas y de vida que concluye así… “Solo se necesita paciencia, tolerancia, disposición, creatividad, ingenio y un vínculo académico, pero también afectivo, con las ficciones”. ¡¡Casi nada!!