Alguien le dijo a Sandy Stark… “Creo que deberías escribir para lectores de entre ocho y doce años”. No le hizo mucho caso (ella dice que sí) porque lo que escribió fue una bellísima y dolorosa, lacerante y dulce metáfora de la adolescencia… Una edad SINGULAR.
La chica pájaro es una historia SINGULAR. Una niña a punto de abandonar la niñez sueña con convertirse en pájaro. Abandonada por su madre cuando apenas era un bebé siente que de sus cicatrices brotarán alas que le llevarán lejos, libre.
December (así se llama la niña, el último mes, el último instante de la infancia, tal vez) salta de los árboles para ver si así nacen sus alas. Extiende los brazos y salta al vacío. Se ha roto algún hueso, torcido algún tobillo, se ha magullado, arañado, herido.
December quiere volar. Espera a que vuelvan a crecer sus alas mientras va de casa en casa de acogida tratando de no encariñarse demasiado porque ella sabe que su destino es echar a volar.
December es una niña de 11 años con una cicatriz y muchos silencios. Con un secreto. Y un deseo.
Se publican cientos de miles de libros “para” niños y jóvenes cada año.. Se publican millones de libros en todos los idiomas cada año. Las editoriales (las buenas editoriales) se han convertido en cazatalentos que aguzan el oído y la vista para encontrar historias que “encajen” con su línea editorial, con sus objetivos, con sus principios (sean estos económicos, sociales, críticos… o no).
Blackiebooks encuentra siempre títulos que parecen necesarios, imprescindibles (todos somos contigentes, pero tú… Berlanga dixit).
Me pregunto muchas veces cuando leo (LEO como experiencia, como aventura, como acto de rebeldía y transformación, LEO como necesidad y como expresión de mi libertad, LEO exponiéndome a que la lectura me impacte, me conmocione, altere mi perspecpectiva y me cuestione)… Me pregunto muchas veces -decía- cuando leo de esta manera, cómo hacer para que mis alumnos aprendan a leer de una manera parecida. De la misma no, de la suya. Pero con la suficiente apertura, con la capacidad de sorpresa y empatía necesaria para que historias como estas sean realmente todo lo que pueden ser.
La chica pájaro es un obús, una carga de profundidad, un misil que estalla en el centro mismo de nuestra forma de relacionarnos con niños y adolescentes.
“No creo que los niños sean malos solo porque sí. La mayoría de ellos tiene un motivo. No sé si el motivo de Jenny es bueno o malo; lo único que sé es que no me cae bien”.
El personaje de December es inquietante, complejo, misterioso, mágico. Es soñadora, fuerte, inteligente y fiera: valiente (como un cuervo). Pero Eleanor es una MAESTRA, una MADRE, un modelo y una inspiración. Ambas han sufrido y esconden y acarician sus cicatrices. Ambas han hecho del dolor una parte de sus vidas. Ambas guardan silencio y en el silencio, esperan.
Eleanor es una madre de acogida. La última para December. Acoger, respetar, esperar… intentarlo de nuevo… Eleanor es la educadora (im)perfecta que sabe (por intuición) que solo una mezcla de ternura y vigor será capaz de ayudar a December a abrir sus alas. Eleanor se equivoca, llega tarde a recoger a December al colegio, pierde su casa, se re-inventa. Pero Eleanor también pide disculpas, muestra su fragilidad (no como un chantaje sino como una ofrenda, un acto de fe), se preocupa, se compromete, ama… y sufre.
“-Si no quieres, no lo pruebes. -Eleanor se levanta con su cuenco, va a los fogones y se sirve más sopa-. A mí me gustaría que te gustase lo suficiente para querer tomar un poco, pero, si no te gusta, no tienes que tomártela”.
Y quien dice la sopa, dice la lectura, dice la cultura, la belleza, el arte o las matemáticas. Una lección de pedagogía encerrada en un diálogo.
“¿Qué te gustaría conocer?
-Seguramente no sería un país, una ciudad ni un pueblo. Tampoco sería una casa. Yo prefiero conocer a personas. Se parece mucho a conocer un lugar, solo que, en vez de calles o edificios, o de otros puntos destacados, aprendes el significado de sus gestos, qué tono tiene su voz cuando están contentos, si les gusta cantar o si prefieren solo escuchar…”