Pepe Trivez

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Referentes

In ¿POR QUÉ LEER...?, de escuela, LIJ, RECOMENDACIÓN LIJ on noviembre 17, 2021 at 8:57 pm

Hoy en Heraldo de Aragón he publicado este pequeño artículo con motivo de la aparición del último libro de relatos de Nando López. Creo firmemente en la importancia de una literatura juvenil de calidad que muestre a los jóvenes TODOS los modelos. Una literatura que de voz a los que no la tienen, que ilumine las zonas oscuras y saque del silencio a los que sufren porque aún no han sido re-conocidos.

“Referentes”

Nando López, un autor imprescindible en “Juvenil” publica su nuevo libro de relatos “Presente imperfecto”

Comenzaré con una confesión: Algunos de mis antiguos alumnos LGTBI cuando la vida nos ha vuelto a cruzar “fuera” del centro escolar me han confiado que nunca, en ningún momento, ni siquiera en las jornadas de educación afectivo-sexual, ni en los planes lectores que con tanto cuidado les proponíamos, nunca… se han sentido identificados, mirados, reconocidos. Y uno que piensa que la educación debería ser justamente eso, re-conocer al otro, reconocer su identidad, ayudarle a tomar decisiones, acompañar, abrir puertas, ventanas… y armarios… no puede dejar de sentir una punzada de tristeza por no haber sido capaz de ofrecer algo tan importante, tan al alcance de “casi” todos, tan necesario: referentes.

Eso es lo que lleva haciendo Nando López en esta última década de propuestas literarias que van desde las adaptaciones teatrales a la más militante de las novelas juveniles. Porque Nando López es como escritor -y no solo- precisamente eso: militante. O, como le oí hace ya muchos años al sociólogo vasco Imanol Zubero: civitante. 

Esta semana publica su énesima obra narrativa: Presente Imperfecto. No es narrativa juvenil. No está específicamente dirigida a los adolescentes pero forma parte de un hilo conductor de toda su obra que es especialmente necesario en nuestras aulas: REFERENTES.

La obra de Nando abarca novelas y obras teatrales “realistas” como Malditos 16 o La edad de la ira o Nadie nos oye, novelas de “aventuras” juveniles como Los nombres del fuego, thrillers trepidantes como La versión de Erik o En las redes del miedo y hasta fantasías distópicas como la reciente trilogía El don de Ariadna

En cada título, en cada historia, encontramos personajes, personas, arquetipos que no son solo eso, sino sobre todo modelos, imágenes, espejos donde cualquier adolescente puede buscar su reflejo, sea cual sea su identidad. Abril, Laia, Joel, Eric, Iris, Mikel, Nelson… jóvenes que conocemos todos aquellos que compartimos aulas hiperventiladas con adolescentes hiperestimulados… pero también Julio, Elías, Álvaro, Olga, Lucía…, adultos que tratan de vivir sus vidas con la mayor de las honestidades posible, con sus más y sus menos, con sus luces y sus sombras, con sus altas aspiraciones y sus miserias. Como cualquier adolescente. Como cualquier ser humano. Porque de eso “trata” la literatura de Nando. De seres humanos que tejen historias, relaciones, destinos. De seres humanos que viven su vida libre, valiente, apasionadamente. 

La literatura tiene una responsabilidad como “modelo”, como reflejo y como propuesta. La literatura -juvenil o no, dónde está la frontera- juega un papel importantísimo en la construcción de la propia identidad. Y por eso cada novela, cada obra de teatro, cada relato de Nando supone una buena noticia y un regalo para tantos y tantos jóvenes que necesitan simplemente eso: referentes.

«Dicen que las plantan no hablan»

In ¿POR QUÉ LEER...?, RECOMENDACIÓN LIJ on mayo 26, 2021 at 10:54 am

La poesía NO ES LO DE MENOS

¡Y dicen que las plantas no hablan! ¡Y dicen que la poesía no habla! No es cierto.

La semana pasada ocupábamos este espacio con un libro TOTAL de poesía para niños. Esta semana seguimos hablando de versos, de metáforas, de proyectos que “ponen en su sitio” la poesía. 

Dicen que no hablan las plantas. Pero no es cierto. Dicen que los jóvenes no entienden la poesía, que no la disfrutan, que no son capaces de saborearla. Pero no es cierto. Así de claro lo tienen Raquel Lanseros, poeta y profesora de la Universidad de Zaragoza y Fernando Marías, escritor, editor e inventor de conceptos. Y por eso, entre los dos, y con la insustituible (aquí literalmente) colaboración de Raquel Lagartos, han reunido en un libro 52 poemas que atraviesan un año entero.

Las cuatro estaciones, los ciclos de la vida, los días de la semana, los meses del año… El tiempo contenido en un verso. Poetas en español desde los orígenes hasta el siglo XX. Poetas “clásicos” que tienen (aún) mucho que decir (por eso, precisamente, son clásicos).  Poetas que según los “editores/compiladores” de este libro representan el susurro de la naturaleza. Porque como bien dicen ellos en el prólogo: “La poesía nos habla. 

Y nos contiene y nos concierne y nos relata. Incluso a quienes nunca la han leído”.

Y el hilo conductor es ese: la Naturaleza, “…el amor por el suelo que pisáis, el aire que respiráis, los mares que navegáis, los bosques que recorréis y los animales que os acompañan…”. La naturaleza como símbolo y como reivindicación. La naturaleza que está en las montañas y en el bosque, en las playas y los acantilados. Pero también en las ventanas y los balcones (¡qué bien lo hemos sabido este último año!), en las aves que se posan en el alféizar y en los animales que se acercan a la ciudad cuando esta enmudece: “La naturaleza nos habla.Todo el tiempo, constantemente. En directo. Todos los días. Todos los minutos de todos los días de todos los años”.

Y desde aquí, la propuesta se convierte no sólo en un hermoso libro de poesía sino en un itinerario, en un camino que se ofrece a quienes ya disfrutan de los versos y a quienes aún no se han atrevido a ello. Por eso este es un manual-no manual de poesía. Una antología no antología, una colección no colección. Puede leerse a saltos, por temporadas, eligiendo aquellos que conectan con nuestro estado de ánimo o con el de los jóvenes (receptores privilegiados, siempre de la poesía): “Ahí va la loca soñando” (Rosalía) “Se despertó el mundo, ahora amanece.” (Adela Zamudio). Un libro que invita a los adolescentes a disfrutar, a sentir, a ir más allá, a aprender, de verdad, a mirar: “Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan/ hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan/ hay ojos que ríen -risa placentera/ hay ojos que lloran -con llanto de pena,/ unos hacia adentro -otros hacia fuera. (Unamuno)

Un libro lleno de magia, de energía, de pasión. Un libro en el que la selección de los poemas no sigue un orden cronológico ni escolar pero que encierra en sí mismo el orden dentro del caos. Poemas elegidos con sensibilidad y agudeza, con determinación y el temblor de quien sabe que está compartiendo algo frágil, hermoso, efímero, profundo, necesario. Palabras que ayudarán a nuestros jóvenes a decir como la poeta uruguaya: “…siento/ como si fuera a florecer la alfombra” (Delmira Agustini)

52 semanas, horas y horas de versos, de imágenes, de la luminosa compañía de las palabras y las flores. 52 semanas para leer en el aula, en el umbral, en el parque, en el jardín, en el balcón.

Las ilustraciones, metáforas visuales, enigmas, secretos y detalles… van pasando de los verdes brillantes y azules luminosos a los amarillos cegadores y ocres en sombra y rojo fueto y blanco nieve y encierran el mar y las olas, y el sillón, y el pupite y el tronco y la mariposa y la fuente y el pétalo y la girnalda y el mechón y la espiga. Cambiando la luz, el brillo, el tono y el ritmo al compás de los versos y las estaciones. Raquel Lagartos ha hecho una lectura de cada uno de los poemas, los ha paladeado, los ha interiorizado y los acompaña con ilustraciones que son nuevos poemas, que son ventanas, que son extensiones sin límite de los versos que, sin duda, disfrutaremos si dejamos brotar este libro en nuestras manos. No te lo pierdas: regálalo, préstalo, disfrútalo y, si tienes un joven cerca… ofréceselo.

La versión de Eric. De Nando López. Premio Gran Angular 2020

In ¿POR QUÉ LEER...?, LIJ, RECOMENDACIÓN LIJ on mayo 24, 2020 at 8:15 pm

Un joven entra en una comisaría de madrugada para inculparse de un crimen. Eric tiene 20 años y ha triunfado como actor en la última serie de éxito. Todo amenaza con derrumbarse a su alrededor con esta decisión pero él permanece tranquilo. Mientras a su alrededor, su representante, la  policía y una mediática abogada tratan de ordenar y dar sentido a los acontecimientos en su interior Eric nos va contando (se va contando) su versión. Los momentos, las razones, las casualidades, los hechos que le han llevado hasta esta madrugada en la que su vida parece acabarse. O tal vez, recomenzar. 

Eric es un joven trans. También ha sido y es un niño (joven ahora) con altas capacidades. Su biografía, sus recuerdos, las ausencias y las heridas, las decisiones y sus consecuencias han estado inevitablemente unidas a quien es. 

Y sin embargo, esta no es una novela sobre la identidad. O mejor no lo es sobre el tópico, el cliché, la reducción de las personas trans a su “proceso de cambio”: el morbo y la compasión paternalista a partes iguales, la tolerancia (cómo si hubiera algo que tolerar). No es una novela para “explicar” nada, ni para “justificar” nada. 

Más bien es una novela sobre la necesidad de “poner nombre” de “ponerse nombre”. La fuerza de las palabras, su poder transformador, conformador de la realidad. La necesidad de encontrar “el verdadero nombre de las cosas”, esfuerzo que no cambia la realidad pero sí la hace asumible, abarcable, asimilable. 

De toda historia hay diferentes versiones. La realidad es caleidoscópica y la mirada que la observa transforma lo ocurrido, lo vivido, lo sentido. Por eso en esta novela los personajes viven su propia evolución, la aceptación (o no) de su pasado, el dolor, el rencor, el miedo… de maneras diferentes. Cada una, única e intransferible. Como todo lo auténtico. 

Los personajes de Nando son siempre auténticos: personajes “encarnados”. Son algo (mucho) más que una construcción necesaria para el relato. Son seres autónomos que van dando forma a su propia voz a la largo de novela. Personajes inspirados, habitados, por historias reales en las que el dolor y la luz, la euforia y la pasión, la irrefrenable, la arrolladora fuerza de la vida se impone siempre, con honestidad, sin trampas.

La novela es un thriller. Un thriller juvenil intimista (la denominación es del propio Nando). Y por eso nos atrapa, nos lleva y nos trae, nos envuelve en un vertiginoso recorrido que incluye (más bien se constituye de) saltos al pasado necesarios porque el pasado nos explica, nos construye, nos hace ser lo que somos. La narración mantiene en todo momento la tensión necesaria. Es rápida e intensa. Se acelera por momentos mientras mantiene ocultas algunas claves necesarias para entender lo ocurrido. Juega con el tiempo. Un tiempo que se alarga en la espera de una sala de espera en comisaría, que se precipita en el instante justo de un accidente, un arrebato, un impulso. Y además encara otros temas como el éxito, el triunfo y el fracaso. La banalidad de las relaciones y su hondura. La necesidad de afecto. El sentido de amistad. La aceptación y el rechazo. La diferencia y el acoso. La venganza. No elude siquiera (porque forma parte de la trama y porque forma parte de la realidad adolescente) la sensación de vacío, el sinsentido de la vida, el impulso de dejarse ir y quitarse la vida. Todo ello contado desde las entrañas. A frases cortas y contundentes. Erráticas a veces. Sinceras siempre. Todo ello contado desde la mirada de un joven que trata de hacer lo correcto, de asumir sus actos, su pasado y, sobre todo, de encajar cada pieza y seguir viviendo.

«La chica pájaro» de Sandy Stark-Mcginnis

In ¿POR QUÉ LEER...?, RECOMENDACIÓN LIJ on marzo 3, 2020 at 2:53 pm

Alguien le dijo a Sandy Stark… “Creo que deberías escribir para lectores de entre ocho y doce años”. No le hizo mucho caso (ella dice que sí) porque lo que escribió fue una bellísima y dolorosa, lacerante y dulce metáfora de la adolescencia… Una edad SINGULAR.

La chica pájaro es una historia SINGULAR. Una niña a punto de abandonar la niñez sueña con convertirse en pájaro. Abandonada por su madre cuando apenas era un bebé siente que de sus cicatrices brotarán alas que le llevarán lejos, libre.

December (así se llama la niña, el último mes, el último instante de la infancia, tal vez) salta de los árboles para ver si así nacen sus alas. Extiende los brazos y salta al vacío. Se ha roto algún hueso, torcido algún tobillo, se ha magullado, arañado, herido.

December quiere volar. Espera a que vuelvan a crecer sus alas mientras va de casa en casa de acogida tratando de no encariñarse demasiado porque ella sabe que su destino es echar a volar.

December es una niña de 11 años con una cicatriz y muchos silencios. Con un secreto. Y un deseo.

Se publican cientos de miles de libros “para” niños y jóvenes cada año.. Se publican millones de libros en todos los idiomas cada año. Las editoriales (las buenas editoriales) se han convertido en cazatalentos que aguzan el oído y la vista para encontrar historias que “encajen” con su línea editorial, con sus objetivos, con sus principios (sean estos económicos, sociales, críticos… o no).

Blackiebooks encuentra siempre títulos que parecen necesarios, imprescindibles (todos somos contigentes, pero tú… Berlanga dixit).

Me pregunto muchas veces cuando leo (LEO como experiencia, como aventura, como acto de rebeldía y transformación, LEO como necesidad y como expresión de mi libertad, LEO exponiéndome a que la lectura me impacte, me conmocione, altere mi perspecpectiva y me cuestione)… Me pregunto muchas veces -decía- cuando leo de esta manera, cómo hacer para que mis alumnos aprendan a leer de una manera parecida. De la misma no, de la suya. Pero con la suficiente apertura, con la capacidad de sorpresa y empatía necesaria para que historias como estas sean realmente todo lo que pueden ser.

La chica pájaro es un obús, una carga de profundidad, un misil que estalla en el centro mismo de nuestra forma de relacionarnos con niños y adolescentes.

“No creo que los niños sean malos solo porque sí. La mayoría de ellos tiene un motivo. No sé si el motivo de Jenny es bueno o malo; lo único que sé es que no me cae bien”.

El personaje de December es inquietante, complejo, misterioso, mágico. Es soñadora, fuerte, inteligente y fiera: valiente (como un cuervo). Pero Eleanor es una MAESTRA, una MADRE, un modelo y una inspiración. Ambas han sufrido y esconden y acarician sus cicatrices. Ambas han hecho del dolor una parte de sus vidas. Ambas guardan silencio y en el silencio, esperan.

Eleanor es una madre de acogida. La última para December. Acoger, respetar, esperar… intentarlo de nuevo… Eleanor es la educadora (im)perfecta que sabe (por intuición) que solo una mezcla de ternura y vigor será capaz de ayudar a December a abrir sus alas. Eleanor se equivoca, llega tarde a recoger a December al colegio, pierde su casa, se re-inventa. Pero Eleanor también pide disculpas, muestra su fragilidad (no como un chantaje sino como una ofrenda, un acto de fe), se preocupa, se compromete, ama… y sufre.

“-Si no quieres, no lo pruebes. -Eleanor se levanta con su cuenco, va a los fogones y se sirve más sopa-. A mí me gustaría que te gustase lo suficiente para querer tomar un poco, pero, si no te gusta, no tienes que tomártela”.

Y quien dice la sopa, dice la lectura, dice la cultura, la belleza, el arte o las matemáticas. Una lección de pedagogía encerrada en un diálogo.

“¿Qué te gustaría conocer?
-Seguramente no sería un país, una ciudad ni un pueblo. Tampoco sería una casa. Yo prefiero conocer a personas. Se parece mucho a conocer un lugar, solo que, en vez de calles o edificios, o de otros puntos destacados, aprendes el significado de sus gestos, qué tono tiene su voz cuando están contentos, si les gusta cantar o si prefieren solo escuchar…”

Joao. De Paloma González Rubio. Premio Alandar 2019

In ¿POR QUÉ LEER...?, LIJ, RECOMENDACIÓN LIJ on julio 1, 2019 at 11:43 am

Una novela del mar, reza la contraportada del XIX Premio Alandar de Novela Juvenil Edelvives. Una novela DE mar, diría yo. Y discúlpenme el “matiz”. Una novela de mar, de sal, de viento y de olas. Una novela donde el lenguaje del mar nos hace cambiar el foco, des-enfocarnos, cambiar la mirada, cambiar la perspectiva: “…él hablaba el lenguaje del mar, un lenguaje muy distinto del que usamos los que vivimos en tierra firme. Si el lenguaje de la tierra y el mar son distintos es porque las realidades también lo son y cada cosa, tanto en el mar como en la tierra, debe tener un nombre preciso”.

Joao es un joven que vive al margen. Embarcado solo con su madre recorre el mundo navegando de mar en mar, de océano en océano… sin apenas pisar tierra firme. La casualidad, el azar, la tempestad y el mar… le hace coincidir con Miguel, un pre-adolescente que vive en un pueblo costero con su madre y su hermana Inés. Los tres jóvenes aprenden a mirar al otro con sorpresa y curiosidad, con admiración. Cada uno de ellos habrá de lidiar con las emociones que despiertan los otros. El amor, la amistad, el sentido de la vida.  

Una historia “con los pies en el suelo”. Una historia de “tierra firme”. Una historia que no esconde, ni evita, ni “utiliza” la realidad. Simplemente la expone, la presenta. Mujeres valientes que no necesitan un hombre a su lado. Mujeres de tierra y de mar. Mujeres reales, con dudas, con contradicciones, con hijos… Mujeres-madre y mujeres libres. Mujeres fuertes que son referente para sus hijos, que son capaces de dejarles ir, de estar sin estar, de acompañar…

Una novela de aprendizaje con sabor a sal, con sabor a viento y a libertad. 

Una historia de amor sin edulcorar. Hormonas, deseo, deslumbramiento. Y luego conexión, complicidad, compromiso… El amor adolescente de Inés y Joao huye del mito del amor romántico y que deja entrever la tensión entre ser-uno-mismo y aceptar la voluntad del otro “por amor”. Un amor adolescente mucho más maduro que el de los adultos. Un amor transformador, inspirador, que es capaz de tocar lo profundo y dar un golpe de timón a las vidas de sus protagonistas.

Y por encima de todo una novela DE mar. Una novela que ofrece a través del lenguaje de mar una cartografía de las emociones, una brújula con la que navegar entre dos aguas, entre la tierra y el mar.

Una novela que habla del destino, de la “ruta”, de la derrota: “-Mira, si te fijas, la estle dibuja exactamente nuestra derrota. (…) es la ruta prevista de navegación, que debe ser la más corta entre el punto de partida y el de destino, lo que excluye ir haciendo eses”. De la necesidad de un orden, un equilibrio, un ancla… un son, el son de mar En tu casa, el suelo no se mueve. Si olvidas poner algo en su sitio, estás segura de que lo encontrarás donde lo dejaste, pero en el mar no es así. Cada cosa fuera de su lugar es un peligro en potencia. (…) La vida a bordo exige una disciplina de orden muy dura”. Y de la dificultad de vivir sin ello …los marineros lo llaman mal de tierra. Tan pronto pones los pies sobre algo firme, tu cuerpo no se acostumbra a la inmovilidad. Todo en él espera tener que hacer esfuerzos por mantener el equilibro (…) El mal de tierra solo se cura en el mar”.

De lo importante de tener un rumbo y de que seas tú mismo el que lo marque: “-¿Sabes lo que significa “arrumbar” en náutica, (…)? Significa establecer el rumbo de navegación. Creo que Joao acaba de arrumbar el suyo y le va a dar igual lo que nosotros le digamos. Pero tú no dejes que te arrumben”. De la sencillez y de lo que nos impide avanzar:  “…en el mar no es posible sobrevivir con lastre. Hay que dejar atrás todo lo innecesario”. Y de la importancia de aprender a navegar “-Mira, todos los veleros han rizado velas. (…) Me explicó que era reducir su superficie para controlar el avance, para no exponerse tanto al viento cuando este soplaba con demasiado fuerza”.

Una larga metáfora que nos acuna, como el mar. Una alegoría que nos despierta la mirada a lo que no se ve, a lo que está más allá, a lo que está al margen y nos cuestiona nuestra propia seguridad de “tierra adentro”.

«En las redes del miedo» de Nando López

In ¿POR QUÉ LEER...?, LIJ, RECOMENDACIÓN LIJ on mayo 9, 2019 at 1:37 pm

La versión corta: Un grupo de jóvenes en su último año de instituto. Dos vidas que se cruzan en las redes y fuera de ellas. Dos mundos comunicados por hagstag y clics. La vida “real” fuera y dentro de la Red. La incapacidad de comunicarse. El aislamiento, la soledad. Dos jóvenes que cargan con una tragedia a sus espaldas y que tratan de vencer a sus fantasmas, de superar sus miedos… Un incendio. Dos víctimas (o tal vez muchas más). Un montón de preguntas y una noche por delante.

La versión “extendida”: En las redes del miedo es una novela compleja: una red de referencias, canciones, temas, obsesiones, emociones, intuiciones y preplejidades tejida en torno a la vida de un puñado de adolescentes cualquiera. Un puñado de jóvenes que cargan ya con una mochila emocional pesada, sucia, desordenada. Un puñado de jóvenes que empiezan a vivir sin olvidar que YA han vivido, que YA están viviendo.

La vida entre paréntesis. La adolescencia como ese período de la vida en el que cuenta tanto lo que se dice como lo que no se dice. Lo que queda entre paréntesis. Lo que se esconde entre líneas. La adolescencia como ese período de la vida que se construye en los vacíos que deja el tiempo, los estudios, los tópicos y los prejuicios. La adolescencia como ese momento que nos construye, nos determina, nos delimita.

La novela reconstruye la noche en que Laia y sus amigos recorren las calles de su barrio en busca de de Joel y Dani. Un incendio en su instituto ha disparado todas las alarmas, la búsqueda de sus amigos se convierte en el motor de una historia que avanza en vías paralelas. Un viaje en la noche… Una noche para corregir lo incorregible. Una noche para expiar los pecados. Una noche para encontrar la verdad. Como Max Estrella y Don Latino en Luces de Bohemia.

Las referencias literarias son una clave (y una llave y una puerta) en la novela. El guardián entre el centeno. Por el camino de Swann. Sallinger y Proust. Pero también otras menos “canónicas” y quizá subconsciente o simplemente casuales: Me recordó al clásico de la literatura del maestro Sierra i Fabra Campos de fresas: Un grupo de adolescentes buscando al camello que ha vendido una pastilla de extasis que ha dejado en coma a su amiga mientras ella se debate entre la vida y la muerte. Y por supuesto la búsqueda del héroe. Telémaco (citado en la novela), Ulises tratando de “volver a casa”… El padre ausente (el de Dani) o peor aún el padre derribado del pedestal, de la idealización infantil (de Joel)…

La música juega un papel protagonista también. Vetusta Morla, Muse, … La música como lenguaje, como código, como lugar de encuentro. Mensajes en una botella que los protagonistas arrojan a un mar virtual esperando que caigan en las “redes” adecuadas (y deseadas).

La literatura de Nando es militante, civitante. Una literatura que toma partido. No siempre fue así en la Literatura Juvenil. Y quizá en algunas de sus novelas su “beligerancia” llamara la atención (¡qué falta hacía y hace que llame la atención! ¡qué necesario que algún día no sea necesario!). Ahora está integrada, forma parte de la construcción de personajes, de su mirada sobre el mundo, de su denuncia serena pero firme de lo que no está bien, de lo que aún no está bien.

Trabajo en un cole desde hace 20 años y conozco Laia, a Joel, a Iris y Mikel y Nelson. A Bea y Dani. A Aaron. Son personajes “reales” porque representan historias reales… Y nos cuestionan y nos interpelan y nos recuerdan que no todo fue siempre fácil, que sigue sin serlo.

Y conozco los miedos. Las redes del miedo. La red de mentiras “que justificamos con buenas intenciones -para no preocupar, para no hacer daño, para no causar males mayores…- y que, en realidad, lo único que han conseguido es aislarnos”.

Nando escarba en las sombras, en el lado oscuro de sus personajes -intuyo que también en el suyo propio-. Sin juzgarlos. Con una mirada desprejuiciada pero incisiva. Queriendo saber. Buscando entender. Con la reverencia y el respeto de quien se sabe testigo de algo íntimo, frágil, auténtico: el alma de los adolescentes.

Y lo hace sin ocultar nada, sin evitar lo que nos incomoda, lo que nos duele, afrontando el sufrimiento, la violencia, el drama que a veces envuelve a los jóvenes: “Un Columbine. Un asesinato como el de aquel tío que se cargó a su padre reventándole la cabeza con una máquina de escribir. O un tiroteo tan atroz como el de Florida”… Un guiño a La edad de la Ira… La ficción y la realidad cruzándose sin hacer distinciones.

En las redes del miedo es un tratado de emociones, de miedos, de secretos, de angustia y de silencios. Pero también de amistad, de esperanza, de ganas de seguir adelante, de certezas (conquistadas a golpes a veces), de comienzos y de oportunidades… Sin clichés, sin tópicos, sin simplificaciones, sin atajos.

En palabras de Laia. “No existen. No hay atajos. Y si los hay, no llevan a ningún lugar que merezca la pena.”.

«Hola, Universo» de Erin Entrada

In ¿POR QUÉ LEER...?, RECOMENDACIÓN LIJ on abril 10, 2019 at 11:56 am

Otra historia de amistad, de (auto)conocimiento, de maduración y de tránsito de la infancia a la juventud. Otra historia con personajes “diferentes”, aislados, de alguna manera marginados, solitarios pero hambrientos de experiencias y ricos en sus intensos, hondos y personalísimos mundos interiores. Otra novela de aprendizaje que tiene algo que enseñarnos.

Otra historia en la que el origen de la autora (hija de inmigrantes filipinos en Estados Unidos) enriquece la mirada con la que se contempla el mundo, las relaciones, la infancia. Erin Entrada, una joven escritora licenciada en Bellas Artes ha publicado además de esta novela Blackbird Fly, The Land of Forgotten Girls y You Go First. Supongo que no es casual que los protagonistas de numerosas novelas LIJ norteamericanas pertenezcan a una minoría racial. El extrañamiento de la infancia perdida, la perplejidad ante un mundo que no se entiende se acentúa con el choque cultural de niños-jóvenes varados entre el universo familiar y su vida “social”.

Los protagonistas de esta novela son cuatro niños recién llegados a una Secundaria que se les hace hostil, difícil, extraña. Virgil Salinas es un niño de origen filipino con una abuela que conserva la memoria de sus raíces y le aporta la fortaleza y la seguridad de los sueños y leyendas. Valencia Somerset es sorda y vive en una burbuja de sobreprotección que la ahoga y le ha hecho forjarse un fuerte carácter. Kaori Tanaka anuncia sus servicios de adivino y vidente en tarjetas manuscritas en la puerta del supermercado. Vive su propia realidad de fantasía con tal convicción que es capaz de arrastrar a su hermana pequeña y cualquiera que se cruce en su camino. Chet Bullens es el abusón de la escuela y sin llegar a la justificación se intuye que sus propios miedos son los que le hacen ser lo que son, aferrarse a la violencia y la intimidación como señas de identidad.

El día del comienzo del verano. Un largo verano por delante y muchos interrogantes. Una broma pesada, una agresión que podría acabar en tragedia coloca a nuestros protagonistas en medio del bosque (siempre el bosque) persiguiéndose sin saberlo… deslizándose a un encuentro que transformará sus vidas. El destino teje sus hilos para colocar a los niños en la encrucijada del encuentro. El Universo manda señales o simplemente los niños las crean buscando su sitio y sus compañeros de viaje.

La novela es un canto a la amistad surgida desde la diferencia, desde la admiración sincera y la confianza. La novela explora las razones del destino y el origen de las emociones con más insinuaciones que aforismos.

La soledad de la preadolescencia, la sensación de ser distinto, de andar perdido, de no encajar… se trenzan con la imaginación desbordante de quienes aún no han dejado de ser niños.

Escuchamos los pensamientos de los protagonistas y los hacemos nuestros. O tal vez reconocemos nuestra propia confusión, nuestro corazón inadaptado, solitario a veces, extraño, encogido.
Esa es el mayor atractivo de la novela… Recuperar con honestidad y verbo certero las dudas de la infancia, la incertidumbre, el terror y el temblor que produce “hacerse mayor”. Y hacerlo apoyándose en lo más humano, lo más intenso, lo más significativo (muchas veces) de este proceso: la amistad y su capacidad de transformar nuestro propio universo. El lector como los protagonistas acaba sonriendo con la esperanza de que las cosas sean a partir de ahora más claras, más luminosas, con la esperanza de que el universo nos devuelva el saludo.

Solo tres segundos. De Paula Bombara

In ¿POR QUÉ LEER...?, LIJ, RECOMENDACIÓN LIJ on enero 14, 2019 at 1:45 pm

Paula Bombara es una gran autora argentina de Literatura infantil y juvenil. Premios como el «Barco de Vapor», la inclusión de algunas de sus obras en la prestigiosa lista White Ravens y su trabajo desde 2003 como directora de la colección «¿Querés saber? de divulgación científica para niños… son una más que buena carta de presentación. Autora de un buen puñado de novelas, artículos, cuentos y un blog que mantiene repleto de curiosidad y literatura… ella misma describe su «pasión por la buena literatura» en una entrevista en el blog Editadoenlij:

«Me molestan los libros bellísimos que cuentan historias mediocres (…) Me molestan las historias que podrían ser más profundas y no lo son. Me molestan los abusos a ciertas palabras, los diminutivos, las malas traducciones, los argots que ocultan significados en lugar de facilitarlos. Me molestan porque siento que no se respeta al destinatario del libro, que se está subvalorando su capacidad de análisis y de observación» (¡olé! -la interjección es mía-).

Solo tres segundos es una novela juvenil desacomplejada y honesta. Intencionadamente lírica y exigente con el lector, no escamotea ningún tema, ninguna emoción, ningún sentimiento adolescente por banal o intrascendente, por escabroso o profundo, por ambiguo o por hondo, por trascendente o incómodo…

Un muchacho al que expulsan de su colegio «de siempre» por no rendir en los exámenes… Un muchacho, Nicolás, al que se le cae el mundo encima con apenas 17 años porque «su mundo» se tambalea, se transforma, amenaza con perderse… Nuevos y viejos amigos, nuevos y viejos amores, descubrir el miedo, el deseo, la fidelidad, la amistad, el orgullo… Sentir que «pasan cosas» cuando te miran los ojos adecuados. Intuir que hay mucho más bajo las miradas, en los silencios, en las poses… En definitiva… ser adolescente. Y sufrir por ello, y sentirse el centro de un universo sin sentido tantas veces…

Solo tres segundos es una instantánea. Una fotografía del tiempo detenido y convulso de los 17. Pero también es una sonda de profundidad. A mitad de novela, se quiebra. En solo «tres segundos» la vida, cualquier vida, se rompe, estalla en pedazos, revienta las costuras y se derrama por el suelo. En solo tres segundos la juventud que amenaza y nos seduce, que nos llena de nostalgia… se disuelve, desparece, creces. Y se enfrenta uno -sin comprender aún- con la vida.

No explicaré más de la trama de esta novela corta. No es necesario. Sí les diré que está llena de verdad, de sensibilidad, de fina y sutil ternura y de ironía, de una mirada a los jóvenes «desde» los jóvenes, cargada de esperanza y realismo.

Una lectura para recordar que nunca dejamos de ser un adolescente asustado por el primer día de clase o sorprendida ante la mirada de un chico que, por fin, la ve tal y como es.

Una novela para celebrar la vida, sus posibilidades, su fragilidad, y hasta sus dolores.

«Nadie nos oye» de Nando López.

In ¿POR QUÉ LEER...?, LIJ, RECOMENDACIÓN LIJ on octubre 28, 2018 at 7:37 pm

No sé si esta reseña va dirigida a los adolescentes potenciales lectores de la novela o a todos los que de una manera o de otra nos asomamos a las vidas de esos jóvenes y nos convertimos en puente, ventana, puerta o muro, zancadilla, peso o presión. En palabras y/o en silencios. Seguramente a ambos.

Nando López ha vuelto a hacerlo. Ha vuelto a capturar en palabras el alma atormentada, efervescente, hambrienta y apasionada del adolescente que todos fuimos, que todos somos un poco (o un mucho) aún.

Nadie nos oye es una historia de imágenes y silencios: la materia prima de nuestras vidas que nos construye (o nos destruye inevitable, definitivamente, o temporalmente que, a veces, puede ser lo mismo).

Un joven deportista muere a golpes tras perder el partido más importante de su juvenil y prometedora carrera deportiva. Una psicóloga anegada por la culpa y las heridas de fracasos anteriores y un joven tímido que mira, observa, guarda silencio y trata de crecer en medio del odio y los estereotipos… tratan de reconstruir los hechos que han llevado al fatal desenlace. Para que se haga justicia con la joven vida arrebatada y para entender sus propias vidas y contradicciones. Lee el resto de esta entrada »

Biografía de un cuerpo. De Mónica Rodríguez. Premio Gran Angular 2018

In ¿POR QUÉ LEER...?, LIJ, RECOMENDACIÓN LIJ on abril 18, 2018 at 4:45 pm

Un joven se mira desnudo en el espejo. El vaho y el calor se mezclan con la confusión, el asombro, la turbación de ser adolescente. La perplejidad ser, de crecer, de domesticar a un cuerpo y a un alma que crecen asilvestradas, a empujones, con la fuerza irreverente de la vida.

Una novela que comienza así: desnuda, descarnada, encarnada, honesta… solo puede ofrecer eso: una historia que se atraviesa en la memoria de quien un día fue joven y golpea el estómago, las vísceras, el corazón de quien como el protagonista se enfrenta a la tiranía del tiempo, de la carne, del cuerpo.

Un joven bailarín con las piernas «demasiado duras». Una leyenda de la danza que cayó en el pozo de la locura (un adolescente y Nijinsky). Un padre exigente y apasionado, admirador y juez de su propio hijo… Una madre firme y tierna, preocupada, esperando, confiando. El paralelismo entre la historia del muchacho y la del famoso bailarín polaco nos enfrenta al dilema, al conflicto padre-hijo, a los rencores, las heridas, las esperanzas depositadas, las decepciones, el miedo, el abandono. Con un fondo kafkiano que nos abre las las carnes como la mítica carta pero que nos muestra también el rostro frágil, atormentado, herido del padre. Esa relación con el padre, el enfrentamiento, es sin duda uno de los ejes de la novela. Pero también la relación entre iguales, el descubrimiento -siempre íntimo, siempre terrible- del amor, y del sexo. El egoísmo propio y el ajeno.

Biografía de un Cuerpo es un diario de sensaciones. Una hoja de ruta para la adolescencia, para la entrada en la vida adulta, para el tránsito. No hay capítulos. Una sucesión de secuencias ininterrumpida. El paso del tiempo es una superposición de emociones, de rabia, de temor, de pasiones y dudas.

Y las palabras son acero, bálsamo, orfebrería y sillares. El lenguaje de la novela es delicado y directo, elaborado y hondo. Un lenguaje contundente: «La vida es una puta mierda».  Un lenguaje que atraviesa la coraza del joven lector (y del adulto) y le araña el alma. Un lenguaje lleno de ritmo y colores, matices: «No sé quién es pero su nombre es musical, suena como una cascada, como un tintineo. Es un nombre de violín, amarillo, rabioso. Titiritero. Nijinsky».

La adolescencia es en esta novela… «una pincelada impresionista». El cuerpo. El hastío. La soledad. El milagro. El desconcierto. A estas líneas les falta ligereza, les sobra INTENSIDAD. Como a un adolescente. Uno se siente así. Con la zozobra, la vergüenza, la rabia, la torpeza, la pasión y la sinrazón de quien vive en conflicto con su propio cuerpo, que es su propio yo.

La vida difusa, confusa, profusamente contada… Cada detalle, cada tirón, cada gesto, cada gota de sudor recorriendo la espalda. El dolor (físico y emocional)… El adolescente frente a todo y frente a todos: Frente a la profe que le dice «puedes hacerlo mejor». Frente al padre cuya sonrisa tanto le gustaba de niño y tanto le irrita ahora. Frente al mundo de los adultos, frente al mundo… «estoy harto de someterme siempre. El cuerpo, los adultos.»

Y la esencia de lo que uno es… «hay algo que es solo mío, que soy yo, un puñado de gestos, esa mirada torva, tímida, confusa…»

El personaje de Nijinsky, perturbador, una historia con dos versiones. O más. Mucho dolor.

Y al final una novela que se lee con «…un ligero temblor que demostraba la tensión interna…» Con la sensación de ser un adolescente que trata de vivir que «trata de saltar y no despega del suelo». Como en una pesadilla. Y la poesía. Y el silencio de una madre que deja en la mesa mensajes de ternura, de confianza ciega, de fe.

 

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